1965
Los sábados, una vez empoderada la noche, muchos chamacones de mi época asistían al Social Hidalgo y atrincherados en la larga barra de madera olorosa a cerveza olvidaban el calorón del mediodía dejado atrás; otros, se hacían los simpáticos con las muchachas sentadas en una mesa estampada con el logo de la cerveza Superior para que salieran a bailar con ellos; claro está, el cachoreo en la pista de baile era un lugar común aceptado sin problema por muchas parejas ocasionales y formales, y no era causa de sanción por los organizadores del evento .
Hoy, confieso que en mi ya extenso consumo de vida no he logrado encontrar un solo link entre el regionalismo verbal para referirse a ese acto sensual con el nombre vox populi de nuestra inofensiva "Lagartija Arborícola".
Sin embargo, la moral de la sociedad de la época condenaba sin apelación a las morritas y a otras no tan jovencitas que se divertían en ese club los fines de semana con el conjunto de Toño y Luis o los Titánics, sobre una pista de cemento pulido repleta con decenas de parejas que entre tanda y tanda, en medio de un silencio cortés aguardaban el inicio de la siguiente pieza para estrecharse bailando de cachetito hasta el último compás, sin haberse desplazado más de treinta centímetros entre la atiborrada pista central a cielo abierto del popular salón de baile.
Desde luego era costumbre que las damas asistieran acompañadas de una madona familiar o del noviecito oficial de una de ellas en su caso.
Estos eventos nunca se prolongaban más allá de las dos de la noche, pero algunos eventos llegaban a una conclusión prematura si se armaba la trifulca, cosa no imposible en aquellos años. Pero el cachoreo sucedía también aunque de forma más clandestina en salones de baile de clase media ubicados más cerca del centro de aquella ciudad que algunos todavía recordamos con una sonrisa y algunas lagrimitas de nostalgia.