El Congreso del Estado recibió la iniciativa de ley del titular del Ejecutivo para declarar la supresión del cubrebocas, impuesto por otra ley al comenzar la pandemia. La primera razón para aceptar dicha supresión sería de carácter psicológico: fomentaría el sentimiento popular de que la emergencia sanitaria ha terminado.
Algunos legisladores procedieron con sensatez al tomar las cosas con calma a fin de arribar a una resolución acertada. Y hacen bien. Hay noticias alarmantes: un mal emparentado con el covid 19 ha brotado, de nuevo en la región asiática del mundo, y aunque se han levantado barreras para detenerlo todavía no puede asegurarse de que no existe peligro de contagio. La amarga experiencia nos enseñó que los virus saltan de un continente a otro con terrífica velocidad.
No voy a aventurar una opinión ni afirmativa ni negativa acerca de la iniciativa del señor gobernador porque debo ser congruente con lo que les elogié a los diputados: que actuaron con sensatez al tomarse su tiempo antes de actuar. Pero considero importante recomendar que tomen en cuenta un argumento adicional, éste en favor de quitar la obligatoriedad al cubrebocas. Y es el siguiente:
Si bien la belleza de los ojos de las mujeres, el fino arco de sus cejas y el pelo se acentúan cuando cubren la mitad de su rostro, me desespera e impacienta la imposibilidad de admirarles el rostro completo. En tal virtud, confieso que me inclino por la supresión del cubrelindascaras. Ojalá que los legisladores encuentren una solución que combine lo conveniente desde el punto sanitario y lo urgente desde el punto de vista estético. Sugiero que busquenn inspiración en los hermosos rostros de sus compañeras diputadas.
¿NO HAY MUJERES POLICÍAS?
Todos los días, pero de manera especial los domingos, es un encanto pasear por la Plaza Zaragoza solo o en compañía de amigos o familiares, acomodarse en una de las bancas a admirar el paso de jóvenes ágiles y respetables ancianos.
Los puestos de comida ligera, dulces y bebidas diversas, muy bien cuidados, satisfacen el antojo y la sed. Y hay algunos que ofrecen curiosidades baratas y bonitas para regalar y autorregalarse Bueno, hasta se encuentra ahí El Estanquillo de las Letras con libros de autores sonorenses que contribuyen al entretenimiento y la cultura.
Pero ¡atención funcionarios del Ayuntamiento! Cuando el paseante camina más tranquilo, pasa a su lado, rozándolo, y en ocasiones golpeándolo, un muchacho, a
veces no tan muchacho, en rauda bicicleta. ¡Y no se divisa alrededor un solo agente que le llame la atención y lo sancione por circular en donde no debe!
Me parece recordar que antes, no hace mucho, comisionaban a una o dos mujeres policías para que protegieran a la gente, sobre todo los niños y ancianos, de ese peligro sobre ruedas. Estaremos pendientes de ver si se cumple esta petición.
carlosomoncada@gmal.com