En algún momento de la temporada 2012, Alcides Escobar de los Reales de Kansas City tomó una botella de su casillero y roció parte de su contenido sobre Salvador Pérez. Tomado por sorpresa, Pérez le advirtió a su compatriota venezolano y amigo cercano que no lo molestara, y enfatizó su emoción con una expresión subida de tono en español.
Sin embargo, horas más tarde, Pérez no estaba para nada molesto. Ese día conectó cuatro hits y olió muy bien durante todo el proceso. La misteriosa sustancia de la botella, desde su punto de vista, se había convertido en un potenciador de rendimiento: era perfume de mujer.
“De ahí para allá compré todos los Victoria’s Secret que había”, recordó Pérez hace poco.
El béisbol está lleno de tradiciones, supersticiones y peculiaridades. Pero pocas son tan divertidas o aromáticas como la que Pérez, Escobar y un sinfín de jugadores más —muchos de ellos de América Latina— practican a diario: empaparse de colonia o perfume antes de salir al campo.
“Las personas cuando van a trabajar — o sea hombre o mujer— se arreglan y se visten”, afirmó el primera base de los Astros de Houston Yuli Gurriel, quien es cubano. “Lo tomo como eso: es mi trabajo y me gusta lucir bien, y me gusta oler bien también”.
Aunque un campo de béisbol es quizás el último lugar donde la gente esperaría oler mixturas de flores, frutas y aceites de árboles, los jugadores tienen sus razones. Entre las más citadas: no quieren oler mal cuando sudan, y las emociones asociadas a sus colonias y perfumes (ocasiones especiales, un estado de ánimo específico, vibras positivas) son recordatorios útiles durante las tensas competiciones.
“Todos estos tipos tienen amplias capacidades físicas”, afirmó el mánager de los Gigantes de San Francisco Gabe Kapler, de 46 años, quien estuvo en el lado receptor cuando el extoletero Manny Ramirez rociaba colonia a sus compañeros de equipo antes de los juegos cuando estaban en los Medias Rojas de Boston.
“Todos son muy atléticos, bastante fuertes y talentosos como para tener éxito en el campo de béisbol”, continuó Kapler. “Pero la confianza va y viene dramáticamente durante la temporada. Quizás me esté complicando mucho con los detalles, pero si oler bien o lucir bien en el terreno de juego hace que estos muchachos se sientan seguros, tal vez eso mejore ligeramente su desempeño”.
Aunque pocos jugadores pueden explicar los orígenes de esta tradición, esta existe desde hace décadas. Varios de América Latina aseguran que usar colonia o perfume en su vida cotidiana es algo común y, naturalmente, eso se trasladó al campo.
“Si no tengo el perfume, me siento extraño”, afirmó el venezolano Eugenio Suárez, tercera base de los Marineros de Seattle. “Aunque parezca loco, me siento como que no me he bañado si no me echo el perfume antes de jugar” (Suárez, de 30 años, aclaró que sí se baña).
“Es algo cultural”, agregó Carlos Santana, de 36 años, primera base dominicano de los Reales.
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