No sé con precisión cuándo comenzaron a firmar convenios los gobernadores de Sonora con los editores de periódicos y revistas y con algunos columnistas independientes. Pero se mostraban felices los que lograban firmar uno de esos convenios, supuestamente para tener publicidad. Por su parte, quedaban obligados a quedarse calladitos cuando surgían motivos para criticar. De todos modos cada mes cobraban cierta cantidad hubiera habido anuncios de verdadera publicidad o no los hubiera habido.
Al comenzar su sexenio. Eduardo Bours ordenó que terminaran con los convenios y que cuando hubiera publicidad –avisos, edictos, reportajes especiales—que se pagarán, y si no los había, pues no. Y aquello fue un hervidero de inconformidades que obligó a hacer excepciones y reconsideraciones.
El gobernador Alfonso Durazo se refirió el día 7 a los convenios. Por principio de cuentas, reconoció que los hay. Pero puntualizó que esos convenios no obligan a los editores y columnistas que callen las críticas a su gobierno, sino que las publiquen con la seguridad de que no serán molestados. Eso está requetebién, pero me pregunto si los que han sido lambiscones lo que llevan de vida podrán volverse críticos valientes de la noche a la mañana. No creo en milagros, pero, quién sabe.
¡RESPETO PARA EL ARTE SONORENSE!
Toda obra humana está expuesta, por el solo transcurso del tiempo, al deterioro. Y la obra de arte no es una excepción, sobre todo los murales que se encuentran en el exterior de edificios expuestos a la lluvia y al polvo y al daño que le causa su enemigo número uno: el sol.
Los murales de Héctor Martínez Arteche que se encuentran en Ciudad Obregón requieren con urgencia restauración, especialmente los que pintó al esgrafiado en las fachadas de la Biblioteca Jesús Corral Ruiz. El esgrafiado es una técnica que requiere la aplicación de tres plastas de una mezcla (cada plasta de distinto color) sobre el muro que será su suporte. Los que se encuentran en la biblioteca citada fueron terminados hace 25 años, se caen a pedazos y no han sido reparados.
El pésimo director del instituto Sonorense de Cultura Welfo Álvarez, prometió a los cajemenses tres veces que ya los iban a restaurar, y las tres veces mintió. (Léanse fechas y circunstancias en mi libro “Las claudicaciones de Claudia” y en los archivos de InfoCajeme). Pero ya se fue, no hay que preocuparse por él, sino por la obra del más grande pintor que ha vivido con nosotros, entregado a la creación.
No sólo las instituciones estatales deben acudir al rescate sino también el Ayuntamiento de Cajeme, máxime que en la fachada del palacio municipal luce también el bello legado del artista. Si de algo sirve, estaré recordándoles la deuda que nos obliga con la memoria de Héctor Martínez Arteche.
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