Los imperios europeos del siglo diecinueve no habían terminado de agarrarse de las greñas y los reinados y emperadores riegan con sangre azúl los campos de la guerra de la vieja Europa donde aún reina un romanticismo de estirpe rancia y galante, fan de terminar con sus juventudes y señorones aristócratas en los brutales escenarios de los seguidores de Marte, donde feroces cargas de caballería y bombardeos devastadores esparcen muertes de mosquete y cañones de tiro tenso sobre la infantería de uniformes relumbrosos, bonetes emplumados y banda de tela cruzada al pecho en el campo mortal de las batallas.
En suma, nada es viejo bajo el sol; y hurgando un poco en la Historia, parece que Dios hubiese aglomerado en ese privilegiado continente, como en un gran cajón elegido por la parca, una multitud de razas caninas y felinas furiosas en la rebatinga de los racismos ultranacionalistas y los holocaustos y genocidios como males necesarios para las clases y las oligarquías que explotaban el mundo reducido de entonces.
Así deja en el pasado siglo diecinueve una Europa occidental, un trozo del planeta que cabría en los Estados de Sonora y Chihuahua juntos, y el tambor incesante de la guerra marcha sin remedio hacia el inicio del siglo veinte; pero ahora los colmillos de la guerra han cambiado; el poder de las ametralladoras, los Tanques blindados, el enceguecedor de pupilas y alvéolos pulmonares, la sevicia del gas mostaza, pionero de las armas químicas, segaron entonces diez millones de vidas con la llegada de la Primera Guerra Mundial, (1914-1918), y su barbarie devastadora en la Guerra de Trincheras.
El Tratado de Versalles termina con este infierno en la tierra, pero las condiciones impuestas por los Aliados, en especial por una Francia que clama venganza a gritos, cobran una factura impagable a la Alemania de la cruz de hierro, señalada por los países triunfadores como la gran culpable del conflicto armado, y es humillada y sometida a la más terrible de las miserias; en el lenguaje de la hoy llamada geopolítica: la semilla de la Segunda Guerra Mundial en Europa, está sembrada.
Una vez concluido este apocalípsis en 1945, el cual quedará registrado en la Historia del planeta como la mayor vergüenza de los homínidos racionales y creyentes de Dios, como un suceso que parece no habernos dejado en claro hasta dónde puede llegar la barbarie, porque es incomparable en brutalidad con la primera conflagración conocida como la Gran Guerra, los Aliados, Reino Unido, los Estados Unidos, y la URSS que sacrificó 30 millones de personas, con el mayor porcentaje de civiles asesinados en una conflagración, crearon por la parte occidental, con Norteamérica al frente, la Organización del Tratado del Atlántico Norte, la OTAN, y la URSS aliada con Polonia, Hungría, y los países bálticos, El Pacto de Varsovia. Las dos poderosas alianzas, pioneras en el uso de armas nucleares, se enfrentarán en la Guerra Fría hasta la caída de la URSS de Gorbachov en 1991.
Todos, y es completamente normal, hacemos una lectura diferente de la Historia, y en lo personal la guerra en Ucrania es el tercer acto de la obra histórica de la desmedida ambición de riquezas y de poder global dominante, por lo general invasor y genocida, que habita en la genética de la des-humanidad, ¿u homo sapiens?
La pregunta es: ¿Logrará a tiempo el avance científico cambiar los cromosomas y volvernos negociadores extremos de la paz hasta llegar a tiempos en que la guerra sea solo el mal recuerdo de un atavismo, o los "dueños de la tierra" seguirán con este negocio depredador, el más redituable de todos los tiempos para el intocable complejo militar-industrial de los que hoy por hoy mandan en esta nada perdida en un universo particular que apenas comenzamos a explorar.