En el mentidero se juntaba la bola de hombres que todas las noches chachareban noticias y chismes del día anterior bajo el foco de 60 Guats que colgaba una luz amarillenta del poste de la esquina, el changarro donde vendían también leche de la Conasupo.
El mudo se había encuevado en la esquina norte de la iglesia donde pasaba las noches arrepechado con cobijas raídas y la caridad de los pobladores del asentamiento junto al río Sonora con nombre de santo canonizado.
La pasada luz diaria contaba cuentos detrás del horizonte por no decir que dormía, y los parceleros de maizales junto con vaqueros y mantenidos echaban noche a noche la lengua a retozar.
Las hornillas de leña que las mujeres traían del monte arden para la cena de los hombres de campo de San Felipe.
El mudo, el indigente estrella del pueblo se prepara para encuevarse en su cuchitril de cartón y lámina negra desecho en un rincón al lado de la iglesia.
El mudo andaba ya en edad mediana y nunca supo de vacunas, médicos generales, dentistas ni Seguro Social, su sistema inmunológico lo superó todo nutrido tan solo con la caridad de las señoras del poblado rural y al parecer admitía no más de un baño al año en el río.
Aguaceros, tormentas y las ponzoñas de la fauna le hicieron siempre los mandados, y su condición de retrasado mental además de prieto y pegagoso de moco medio deshidratado mantuvo a raya la sentencia bíblica del trabajo, y fue así que la renegrida frente del mudo nunca sudó, pues cuando alguien le asistía con alimento a cambio de alguna faena minina, "No hay tiempo" era su respuesta y se alejaba corriendo de la ama de casa que ofrecía aquella propuesta indecorosa.
Parece ser, según quien me contó esta Historia de algunas décadas pasadas, el mudo no se enfermó nunca, y cuando alguna persona insigne del poblado se moría era común escuchar al pueblo ironizar "por qué no se murió mejor el mudo".
Ignoro si el mudo aun consuma oxígeno en aquel poblado en la ruta del río Sonora, tampoco viajaría para averiguarlo, pero no tengo la menor de las dudas que el mudo en su miseria siguió al pie de la letra la dieta irrumpida hoy de moda, según dicen las nutriólogas, para mantener a las mujeres esbeltas, sanas y longevas.