Como que se siente cierta frustración, pero hay que aguantarla. Apenas ha expuesto uno, crítico profesional de todo, el abandono en que se ha mantenido el mural de Héctor Martínez Arteche, en la biblioteca pública de Ciudad Obregón, y surge una respuesta. La directora general del Instituto Sonorense de Cultura, Beatriz Aldaco, en entrevista con el presidente municipal de Cajeme, trató, entre otros diversos asuntos, el de ese mural, y hay una respuesta. Le entrarán al toro. Evitarán que el brillante esfuerzo artístico se convierta en escombro.
Una amable y bien intencionada profesora de Cajeme me informó que cuando era alcalde Rómulo Díaz Brown y Faustino Chávez diputado federal, consiguieron entre ambos la cantidad necesaria para restaurar los murales, y de acuerdo con el trámite que no sé si se mantiene en vigor, la Federación envió el recurso suficiente para que se restauraran los murales.
Pero el recurso no se enviaba a los interesados en realizar la obra, sino al gobernador en turno porque se confiaba en que ´él lo canalizaría al objetivo solicitado. Nada más que no se previó que el gobernador de entonces, Guillermo Padrés, era .un ratero profesional, y el dinero jamás llegó a su destino legal.
Confío en que ahora habrá certeza en que, si se realizan las gestiones adecuadas, y se maneja el recurso con honradez, podrán restaurarse los murales de Arteche.
LOS PAPANATAS
La directora del ISC es una mujer de suerte. Le ha tocado que los “críticos” que la atacan sean unos papanatas. Uno de ellos escribió que la convocatoria para el Concurso del Libro Sonorense 2022 trae errores del pasado, y menciona, haciendo gala de su imaginación, uno de ellos: que en 1996 no se convocó el concurso.
La tontería me afecta porque ese año era yo, el autor de esta columna, director del ISC, y no hubo un solo año de aquel sexenio que no se llevara al cabo el concurso. De hecho, no ha habido ninguna omisión desde 1989, cuando José Rómulo Félix, como director del ISC, revivió el concurso.
Llama la atención que algunos de los papanatas critiquen a personas y episodios que actuaron cuando ellos, los papanatas, cuando mucho estudiaban el quinto año de primaria. Pero así están las cosas.
Abrigo la esperanza de que con estas aclaraciones, y las futuras que estoy dispuesto a hacer, racionalicen su actitud ante los problemas de la cultura sonorense que estamos obligados a resolver. Haríamos un favor a la comunidad y disminuiría el número de papanatas.
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