LUNES CULTURAL. Museos de Arte en mi vida (1)
Carlos MONCADA OCHOA
Domingo 14 de Agosto de 2022

A raíz de que un fulano dictaminó, sin conocer en absoluto mis antecedentes, que no sé NADA de Arte, me puse a repasar los apuntes que he hecho durante, o después de mis viajes sobre los museos que he visitado. Y no por tomar en cuenta su tonta opinión, sino porque creo que difundir algunos párrafos de esos apuntes será útil para el lector, además de que yo disfruto con los recuerdos, les dedicaré tres o cuatro columnas.

En realidad, ya fueron publicados, aunque hace nada menos que 47 años, en “El Imparcial” y en el “Diario del Yaqui”. Entre abril y junio de 1975 les envié desde Europa 25 reseñas, que guardo en recortes, sobre mis visitas al Louvre, de Francia, y a otros museos de Holanda, Italia y Bélgica. Hice el recorrido sediento de ver y aprender, sin prisas, porque estuve allá tres meses.

Sumando esas visitas a las que hice en nuevos viajes en 1979 y 1993, debo haber acumulado muchas horas en el Louvre. En aquel hermoso 1975 pasaba unas seis horas cada vez, y eso porque tenía que salir a reponer fuerzas con un bocadillo, porque enseguida me iba al museo de los impresionistas (jeu de Paume). En el curso de los lustros hubo cambios, el más notable, el del prisma o pirámide que se atrevieron a colocar a la entrada del Louvre.

“El Louvre, ese museo enorme construido con robos, donativos y compras (escribí en el segundo artículo de la serie). Aquí está la enigmática y discutida Mona Lisa. La lujuria de los Bouchet. La gracia de los Watteau. El equilibrio de los David. El orientalismo de los Delacroix… ¿Con qué cara puede hablar de pintura un hombre que no sabe separar el análisis del deslumbramiento?”

Estos recorridos me sirvieron, además, para conocer artistas no franceses, como Paolo Uccello, Hals, Veermer, Whistler y otros, representados por pocas obras, en lo sucesivo busqué sus restantes producciones en otros países. Ya les iré contando de los hallazgos que logra un vagabundo.

Cuando regresé de ese primer viaje vivía en México, y de allá le hablé a Enguerrando Tapia para contarle (en broma, claro), que había encontrado un cuadro de un artista muy antiguo llamado “Enguerrand” y por eso estaba convencido de que sus padres, los del periodista, no le habían inventado el nombre en Cananea.

Aparte de ese dato curioso, vine con una decepción. Leí en “Le monde” que entre mayo y junio habría una exposición de Giorgio de Chirico, un pintor de temas metafísicos del que sabía poco y me gustaba mucho. Plano de la ciudad en mano localicé la dirección: 122 Boulevard Haussman. Al llegar a la puerta noté varias personas que miraban a alguien que se alejaba. ¡Era el pintor! Si hubiera estado ahí unos minutos antes lo habría conocido (cito la dirección porque la veo desde mi escritorio en el cartel que me acompaña desde entonces).

En el viaje de 1993 a París asistí a una gran retrospectiva en el Grand Palais de Picasso. Docenas de cuadros del eximio pintor. Jamás olvidaré sus ojos saltones, de mirar penetrante, en un autorretrato colocado a la altura del dintel de la puerta que a fuerza tenía uno que trasponer. Parecía acusarme porque ya me marchaba.

carlosomoncada@gmail.com

 
 

Copyright © 2006-2024. Todos los Derechos Reservados
InfoCajeme
www.infocajeme.com