El día primero de septiembre era antes un día mágico. ¿Lo recuerdan los viejos? La vida entera de la Nación, pero en especial la de la Ciudad de México, se trastornaba por entero desde la víspera. Agentes especiales revisaban la lista de huéspedes de los hoteles que se hallaban en la 5 de Mayo, y en otras calles que la cruzaban, y si sospechaban que Equis o Zeta tenían nexos con organizaciones de izquierda, lo detenían con cualquier pretexto o sin pretexto.
Aquella era la ruta que recorrería el Presidente de la República en coche descubierto, entre una lluvia de confeti y serpentinas, cuando iba a la antigua Cámara de Diputados a leer su informe anual. No había que dejar la posibilidad mínima de un atentado.
Las fuerzas de seguridad descansaban, aliviadas, cuando escuchaban la voz del jefe del Ejecutivo iniciando la lectura: “Honorable Congreso de la Unión…” Pero el descanso de los guaruras y del Ejército no era definitivo. Había que cuidar con celo otra vez al señor Presidente cuando emprendía el regreso al Palacio.
Me parece, sin embargo, que lo más curioso de la fecha era el “método” de los periodistas de la fuente política para calcular la posición que los miembros del gabinete guardaban en las preferencias del Presidente. Con la copia del informe que habían conseguido por anticipado, y algunos reloj en mano, medían el tiempo que el primer mandatario dedicaba a cada uno de sus colaboradores. Así adivinaban, según ellos, quién sería el sucesor.
En cuanto a la lambisconeada al Jefe de la Nación, no conocía límites. Con el mismo método, los periodistas contaban el número de ocasiones en que los atentos diputados lo habían interrumpido con aplausos, y además, cuántos segundos, y a veces minutos habían durado los más largos.
El asesinato de Luis Donaldo Colosio hizo miedosos a los presidentes ante las multitudes. Hasta le cambiaron el nombre al pueblo, que pasó a llamarse “sociedad civil”. El gobierno inventó reuniones selectas en lugares de no fácil acceso, para leer síntesis del informe no, como en pasados sexenios, todo el kilométrico informe.
Sin duda hemos ganado algo importante. El teatro aburrido y cursi de antes concluyó. Aunque, la verdad, no dan los políticos todavía con formas que al menos tengan apariencia de democráticas.
DEJAD QUE LOS NIÑOS SE ACERQUEN A MÍ
No estoy haciendo una cita bíblica. Me imagino que la Escuela lanza ese mensaje a todos los sonorenses jefes de familia. Que se armen de valor, y con las máximas precauciones, claro, lleven a sus hijos a los planteles.
Que le teman todavía al virus es explicable, pero si salvan al chamaco del contagio con un encierro exagerado, lo exponen a otros males: la deformación de personalidad por vivir alejado de los menores de su generación. Tal vez ayudará que los padres que ya mandan a clase a sus hijos animen a los papás del vecindario que abrigan dudas. Niños y niñas serán beneficiados.
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