28 de marzo 2017
Según la revista Forbes, Trasparencia Internacional y la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico), México está entre los países con los índices más altos de corrupción. Para los dos primeros organismos, nuestro País ocupa a nivel mundial el lugar 103, entre 177 países. Dentro de los 34 países miembros de la OCDE, México tiene una puntuación de 35, en una escala que va del 0 (nivel superior de corrupción) al 100 (bajos niveles de corrupción). Percepción que no ha cambiado en varios años a la fecha (de 2014 al 2017). Estos índices de percepción dentro de la misma población del País, son más altos.
Para que exista un corrupto debe haber un corruptor (o al revés “volteado”). Este fenómeno social se da en todas las clases sociales de la población; “hay niveles” dirían algunos. Unos se corrompen por necesidad y otros por codicia, sin tener necesidad. El delito es igual, pero la penitencia debería ser más severa en estos últimos. Pero…” poderoso caballero es don dinero” y algunos…gozan de fuero. Una denigrante impunidad, donde a veces los chivos expiatorios, pagan…justos por pecadores. De aquellos necesitados y de justos, están llenas las cárceles: por el robo de 200 pesos sentencias severas, por robos de cifras multimillonarias a la Nación, siguen ocupando puestos cínicamente “honorables” dentro del poder público.
Cierto es que un acto de corrupción, va desde la “mínima mordida” de un agente policiaco a las mochadas de los altos funcionarios y de puestos medios de Instituciones oficiales de parte de los proveedores (White Houses, etc.), los plagios (esto solo sucede en un País muy lejano, nunca en el nuestro) ¡Ajá...!, el copy paste, de algunos alumnos en aras del menor esfuerzo intelectual, el robo hormiga de algunos empleados de empresas e instituciones, y una infinidad de etcéteras. Pero guardando las proporciones, la clase política se lleva las palmas (deberían llevarse las “pambas con pica hielo”).
La corrupción, al igual que los asesinatos de toda índole, los feminicidios, abortos provocados, signos de una cultura de la muerte, que rebasa la capacidad de asombro de una parte de una sociedad insensible. Esta indiferencia es grave. Gran parte de la población en edad productiva, tienen un alto índice de honestidad, que en ocasiones tiene que librar con valentía las tentaciones de algún corruptor. A pesar de la desigualdad social, económica y educativa, que existe en nuestro País, los buenos son más.
(Más del 70% de la población viven en pobreza y de estos el 50% en pobreza extrema, donde la población infantil es la más afectada, según expertos sociólogos del Colegio de México. El INGI y CONEVAL solo reporta un 48% como cifra oficial).
¿Heredamos el gen dominante de la corrupción sobre el gen recesivo de la honestidad? Ambos.
La mayoría de los mexicanos, somos productos del mestizaje, existiendo grupos étnicos (puros y de otra “cruza”), muy reducidos. Así se conformó nuestra Patria, nuestro México al independizarse de la Corona de España el 27 de septiembre de 1821. Desde la época del descubrimiento de lo que es el Continente Americano, el 12 de octubre de 1492, llamado así en honor del Cartógrafo que acompañó a Cristóbal Colón (Américo Vespucio) y con una tripulación reclutada de las prisiones, donde purgaban alguna condena por delitos de diversa índole, y otras personas de clase media, medía baja (según algunos cronistas, “de la peor ralea”). Pero también, sin duda gente buena que se embarcaron en esta aventura, buscando mejores condiciones de vida que no tenían en España. Pero desde el inició de la colonización, donde el “colono invasor” tuvo el derecho de tierra para fincar y sembrar, con una dotación de nativos; que, de ser los dueños naturales de las tierras, pasaron hacer parte del patrimonio del recién llegado invasor, esclavizándolos.
Esto se vino agudizar con la Conquista de todos los territorios de lo que sería la Nueva España (1521); por la otra España, “la que huele a caña, tabaco y brea…”, conquistaron a la “ de olor a oro, plata, piedras preciosas y a bellos paisajes, mezclados con sudor y sangre”, de aquellos nativos, extraños aborígenes de piel cobriza, cabellos lacios, finas facciones y lampiños (quizás de esas características, nació el dicho “ piel finita como nalga de indio”), que en un principio recibieron con hospitalidad a esos también extraños hombres barbados y bárbaros, “que del mar los vieron llegar”, creyéndolos dioses o al dios esperado: Quetzalcóatl – la serpiente emplumada, pero esta llegó armada-, sin pensar en la desgracia que el destino les deparaba. La víbora mordió al anfitrión inyectando con sus colmillos el cruel veneno. Colón equivocadamente los llamó indios, al pensar que había descubierto un camino más corto hacía el País Hindú o India (hindú, gentilicio para denominar a los habitantes de ese País- India- tomado de una de tantas religiones que profesan: el hinduismo). Fue un descubrimiento por mera “serendipia”, un hallazgo inesperado, que cambió la historia.
Historia de crueldad, asesinatos e intrigas se tejieron en torno aquellos, y sobre los autóctonos; a pesar de los esfuerzos que hicieron muchos sacerdotes dominicos, franciscanos y Jesuitas, que llegaron con ellos (con los descubridores, invasores y conquistadores europeos, de estas ignotas y remotas tierra), con la misión evangelizadora, de buena voluntad y justicia que exigieron un trato digno y sacar a esos nativos del “salvajismo”, el politeísmo y la “ignorancia”; opositores de la esclavitud indignante que denunciaron ante la Monarquía Española y que dio paso a decretar las Leyes de Indias; pero que el conquistador Hernán Cortes, sus crueles capitanes y sus huestes hicieron caso omiso, a pesar del mandato de los Reyes de España.
Los nuevos ricos, gobernadores, Virreyes y creídos reyezuelos de los Pueblos conquistados, no estaban dispuestos a perder los privilegios que con “esfuerzo” usurparon. Pero también hay muchas historias de personajes, hombres y mujeres, bondadosos, de buena voluntad y de enojo ante las injusticias cometidas. Historias de soldados, comandados por el autonombrado Capitán General, Don Hernando Cortés, que estaban en desacuerdo con los desmanes, corruptelas y concupiscencia de muchos de las huestes que participaron en la conquista. Para algunos, el Historiador vivencial Bernal Díaz del Castillo – soldado incondicional de Cortés- en su: Historia Verdadera de la Conquista de la Nueva España, mucho de lo que escribió fue a conveniencia y dictado del Conquistador.
Quizás algunos de los conquistadores venidos del Viejo Mundo, heredaron la brutalidad de los pueblos bárbaros, el valor de los romanos; la avaricia de los judíos y la sensualidad de los árabes. Algo en común los llevó al Nuevo Mundo: la ambición. Pero también dentro de la contrastante ola “civilizadora” llegaron los conocimientos universales que dieron origen a las Universidades actuales. Esto sin lugar a dudas, aportaciones de los religiosos de aquella época, entre ellos los Jesuitas, Franciscanos y Domínicos. Pero también hubo complicidad de algunos con su aterrador silencio.
Somos herederos de ese encuentro entre dos culturas; desde nuestra apariencia, algunas conductas del quehacer cotidiano, de nuestro comportamiento social, cultural, político e intelectual, que ha venido evolucionando a través de los tiempos y que han dado identidad a nuestro Patria, concebida en el “apareamiento” entre los nativos originales del continente invadido y conquistado, con los habitantes del Viejo Mundo, de la –o en la Madre Patria, España.
De la fusión y sincretismo de esas dos cultural, heredamos lo bueno y lo malo. Lo bueno: La honestidad, la bondad, la misericordia, la humildad de muchos sacerdotes evangelizadores, las artes y la educación de ambos pueblos, el altruismo y la hospitalidad. La Valentía de Cuitláhuac, Cuauhtémoc, y el prudente valor y la perspicacia del tlaxcalteca Xicohténcatl hijo, coartada por la obediencia a su padre, Xicohténcatl él viejo que se alió al conquistador.
De lo malo heredado: la corrupción y la codicia, la concupiscencia, politiquerías del invasor, la traición de Cortés a Diego de Velázquez gobernador de Cuba, la infidelidad del Conquistador a su esposa, Catalina Juárez, que murió “misteriosamente” en la casa de Cortés en Coyoacán (la asesino por ser “plebeya” española y obstaculizar su propósito de casarse con una de la nobleza española y su poligamia con doncellas nativas), la crueldad de sus Capitanes como Pedro de Alvarado, Obiedo y la sumisión de Pánfilo Narváez; lo pusilánime y cobardía de Moctezuma II, y Tzintzicha último emperador Purépecha (imperio de Michoacán, hijo de Zuanga) ambos le dieron la espalda a Cuitláhuac. La lealtad sumisa, obligada de Malinalli a Cortés (Malinche o doña Marina); las enfermedades como la sífilis, la viruela y el sarampión, entre otras “linduras”, etc. Quizás el sector en que más se ha manifestado el gen de la corrupción, es en la clase política. Todos corremos peligros de que ese gen sea predominante. Pero quizás la “epigenética”, la influencia de los factores del medio ambiente, que no modifican la estructura del ADN, puede ser propicio para combatir ese flagelo de la corrupción.
Familia, sociedad y gobierno, tenemos la corresponsabilidad.
¿Cómo llegar a la verdad de la Historia? Los expertos en la Historia del descubrimiento y conquista del Nuevo Mundo, proponen o están realizando una Historia Comparativa, para acercarse más a la verdad*.
Lecturas recomendadas*: Mazín-Gómez Oscar; Editor. México en el Mundo Hispánico. El Colegio de Michoacán. 2000*
Riva-Palacio Vicente; Chavero-Alfredo y Col. México a través de los Siglos (tomo I de V).
Irigoyen- Adela C. El Ocaso del Quinto Sol. 5ta. Edición. Anaya Editores. 30 de Julio 2005. México, D.F. (Historia novelada).
#PARACAMBIARYOME INCLUYO.
raulhcampag@hotmail.com