"A la gente común, qué le importa la militarización si con ello obtiene la tranquilidad que solo puede brindar la paz social", parecen decir las diferentes encuestas de opinión sobre la confianza en las fuerzas armadas. Con más del 80% a favor, según la encuesta Buendía y Márquez publicada en El Universal, el 51% de los entrevistados está "muy a favor" de una mayor participación de los militares en la lucha contra el crimen organizado y actividades de carácter civil. El 29% manifestó estar "algo a favor", el 10% expresó estar "muy en contra" y un 7% dijo estar "algo en contra''.
Por eso “las politiquerías” en contra, provienen de sectores que les asusta y perjudica en sus intereses el poder del ejército, y sobre todo la “ciudadanización” de este cuerpo militar en tareas civiles como estrategia en la lucha contra la corrupción, donde se acota con amplia y vigilante estrategia las grandes mafias e intereses políticos, empresariales, en las grandes obras del presupuesto social, construcción, aduanas, puertos, aeropuertos.
Quien no intente o no quiera comprender, que no es el mismo ejército el de Fox (primera fuga del Chapo), el de Calderón (García Luna), el de Peña Nieto (tlatlaya, Ayotzinapa) y el de López Obrador, es no querer aceptar una realidad. ”Politiquería”, dice el Presidente; el “No somos iguales” no podría esgrimirse de Peña a Calderón, y de éste a Fox; pero sí de Obrador a cualquiera de los anteriores, a pesar del aumento en homicidios dolosos y desapariciones.
Antes, no había voluntad política para juzgar a militares, ni siquiera de cuestionarlos, abrir archivos militares contra sus intereses (¡Ni pensarlo!), tramitar órdenes de aprehensión en contra de este sector casi sagrado (¡Imposible!), a menos que se tratara de venganzas oficiales. Hoy, no se usa al ejército para reprimir protestas y revueltas populares, Hoy, no hay “crímenes de estado” ni represión oficial, ¿hasta cuando lo vamos a comprender, aceptar?
“Los Halcones” se volvieron palomas de la paz y la tolerancia, “volcán apagado” cantaría José José, en la violación de los derechos humanos, sin que esto les quite su capacidad defensiva de fuerza letal. Como muestra de ese cambio, son las escenas muy señaladas de la oposición para rasgarse las vestiduras, cuando vejan, corretean y humillan a nuestros soldados, y ellos en actitud valiente, responsable, NO usan sus armas para defenderse, lo que en otros tiempos justificaría matanzas, venganzas y reprimendas. Como decía Díaz Ordaz en su justificación de la matanza del 68 “Fuimos tolerantes hasta los excesos” ¡Claro que son otros tiempos! ¡Claro que no somos iguales!
Un reportaje o noticia de Telemundo decía (antes que una comisión determinara causas y un dictamen pericial se diera a luz): “El ejercito asesinó a una niña en Reynosa” ¿Asesinó? Una de las acepciones de los diccionarios dice: El asesinato es un delito contra la vida humana que consiste en matar a una persona siempre que, para su comisión, se den unas ciertas circunstancias específicas: alevosía, ensañamiento, precio, recompensa o promesa. Me imagino a ese soldado, al salir a cumplir un deber, a enfrentarse con delincuentes, sus verdaderos contrincantes, dispuesto a arriesgar su vida (de 2006 a 2020, 562 militares han caído en cumplimiento de su deber, el 50% de ellos, tropa) Decía, me imagino a un soldado pensando: “Este día voy a asesinar a tres y si es un niño, mujer o anciano, ¡Mejor!” Cruel, ¿verdad? Pero no, ese soldado sale del cuartel sin tener la seguridad que regresará con vida, y lo que más ruega en lo interno, no haya la necesidad de agotar las probabilidades en contra o a favor, sin que rehúya con esto al deber jurado como defensor de las instituciones. Sin duda, los “accidentes” (14 en 4 años) del instituto armado se deben a faltas de criterio que, en el momento de crisis, por no seguir protocolos establecidos o de “Stress defensivo” provocando “Balas perdidas” “muertes colaterales” o respuestas equivocas, lamentables y reconocidas sin “Verdades históricas”.
La mentalidad del ejercito ya no es la misma, decía en comentario aparte, López Obrador no está militarizando al país, está civilizando al ejército, humanizándolo, concientizándolo, regresándolo a sus orígenes, el pueblo.
Las fuerzas armadas (alrededor de 300,000 elementos) son entrenadas para la guerra, pero si no hay guerra, qué de malo tiene que se integren a tareas civiles, incluyendo a la GN. Sobre todo, a la seguridad nacional. También son entrenados y disciplinados para obedecer en la cadena de mando, si esto es usado en el combate a la corrupción, las probabilidades son menores.
Que ya están en todas partes, qué bueno que lo estén, es necesario que estén. De ese tamaño son los intereses creados y la corrupción, que impera, que ahoga la vida republicana, y esa es la amarga (para algunos) y para muchos, justificable solución.
La Guardia Nacional que se pretendía fuera civil, aún está infiltrada por huestes corruptas, Intereses creados, herencia de la Policía Federal, es necesario que sus mandos sean militares para vigilar el estricto apego a la estrategia de seguridad nacional, incluyendo derechos humanos, y desechar las manzanas podridas heredadas.
Durante los tres últimos sexenios el ejercito participó en actividades que correspondían a cuerpos policiacos, ahora lo que se busca y autoriza lo hagan bajo el escrutinio constitucional.
Las fuerzas armadas, ejercito, marina, fuerza aérea, guardia nacional y su comandante supremo civil Andrés Manuel López Obrador, aún tienen la confianza de quienes deseamos una paz social, un México mejor, seguro para nuestros hijos, y este es el único camino posible más próximo. Es Cuanto.