El gobierno de Felipe Calderón ha declarado una guerra abierta en contra del crimen organizado. Qué bueno, ya era hora. Lo lamentable es que esta lucha sólo se da en el terreno armado, dejando de lado, hasta hoy, el aspecto más sensible del narcotráfico: las finanzas.
Esta guerra puede costar muchas bajas de ambos lados, los cárteles y el gobierno, e incluso mucha gente inocente puede resultar afectada. Pero de nada servirá un baño de sangre o extradiciones espectaculares de capos, si no se atiende el problema que representan las enormes cantidades de dinero (en dólares) que circulan junto con la droga.
No es nada nuevo afirmar que el crimen organizado sienta sus reales en cualquier lugar a partir del poder económico. Las armas y las ejecuciones son para “ciertos asuntos”, pero el poder de las mafias sólo se incrementa con la influencia económica que tienen sobre el resto de la sociedad.
En los países latinoamericanos sobran ejemplos de esta realidad, pero no es necesario irnos a Bolivia o Colombia para constatarlo. Aquí mismo, en nuestro país, y si se quiere más cerca, en Sinaloa y Sonora, el poder económico de la delincuencia organizada es tan grande que de él depende una parte considerable de las actividades productivas que sostienen a la población.
El típico lavado de dinero es sólo una expresión que no alcanza a cubrir a la extensa red de intereses, inversiones, apoyos a políticos, compra de voluntades y pago de cuotas por corrupción, además de “acciones benefactoras” que permiten ganar la simpatía de una parte de la población.
Desarticular las redes financieras del crimen organizado es harto complejo. No sólo por la dificultad para comprobar qué dinero es bueno y cuál es malo, sino también por los efectos negativos que tendría en diversas economías locales.
Cualquier comerciante de ciudades como Obregón, Navojoa o Huatabampo sabe bien que la erradicación total del narcotráfico podría sentenciar a muerte una gran cantidad de negocios pequeños y medianos que se benefician del circulante aportado por actividades ilícitas.
Hace poco nos contaba el propietario de una boutique en el Sur de Sonora que cada vez que se realizaba un gran operativo antinarco en la región, las ventas del comercio local se desplomaban.
Una realidad difícil de aceptar pero ahí está, imponente, y mientras no se desarticule la suma de muertes que ocasionará la guerra declarada por el gobierno mexicano no será suficiente.
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