La comisión para la Equidad de Género del Congreso de Sonora terminó las deliberaciones sobre las candidatas propuestas para recibir reconocimientos como mujeres que lograron “empoderarse” (verbo horrible) en diferentes áreas de la sociedad. El dictamen, que falta someterse a la consideración del Pleno para entregar los premios correspondientes, favorece a Elizabeth Cejudo Ramos por su trabajo en investigación histórica; Rosa María O’Leary, por su activismo social; Leticia Burgos Ochoa, por su actuación destacada en la política; María Inés Aragón, jurista de relieve, y Aurora García de León, arquitecta y prestigiada empresaria en el ramo de la construcción.
De estas cinco damas, la señora O´Leary constituyó un dolor de cabeza para el gobernador López Nogales pues hizo campaña para que cerraran el CYTRAR (Centro y Tratamiento de Residuos Tóxicos) donde la empresa española Tec Med almacenaba residuos de diferentes industrias a unos 15 kilómetros de Hermosillo. Había comprado al Ayuntamiento el terreno y contaba con permiso del Gobierno Federal.
Doña Rosa María, egresada de Ciencias Químicas de la Universidad, se convirtió en cliente asidua de los medios radiofónicos a través de los cuales hacia largas excitativas al gobierno para que clausurara el Centro. Armó cadenas humanas para impedir que los camiones que llegaban a depositar residuos no entraran al campo, y aunque fueron desalojados por la fuerza, instalaron un plantón frente al palacio de gobierno.
No todos protestaban con buena intención. Algunos inventaron que los enfermos de cáncer del Municipio habían sido afectados por las filtraciones venenosas de los residuos, y pidieron a quienes sufrieran la pérdida de un amigo o familiar, que pusieran en las fachadas de las casas un trapo color de rosa como señal. En algunos domicilios prendieron trapos sin que hubiera fallecido nadie.
En 1998, la directora general de Materiales, Actividades y Residuos Peligrosos, del Instituto Nacional de Ecología, decidió no renovar el permiso a Tec Med y determinó que no podría volver a operar en el predio. La empresa consideró que era sujeto de expropiación y emprendió acciones legales con el resultado de que el gobierno tuvo que pagarle algunos millones de indemnización. Por su parte, Julia Carabias, secretaria del Medio Ambiente y Recursos Naturales, declaró que el CYTRAR operaba “con estricto apego a derecho y en condiciones de máxima seguridad” (Semanario Tiempo, 6-12 de julio de 2003).
Pero aún con el Centro cerrado, O´Leary y compañía siguieron en pie de guerra porque exigieron que el sitio fuera “remediado”, es decir, que sacaran los residuos y se los llevaran a otra parte. ¿A dónde? Sólo había otros tres centros en el país y sin la capacidad necesaria para recibirlos. Hicieron un poco más de ruido los ambientalistas pero su movimiento fue languideciendo hasta morir. En marzo de 2019, la periodista Mirna Rocío Robles publicó en “El Imparcial” un reportaje en donde se ve el abandono total en que yace el viejo Cytrar, que mantiene en sus entrañas 300 mil toneladas de residuos “peligrosos” que, según cálculos de la empoderada Rosa María O’Leary ya deberían habernos matado a todos los que vivimos en Hermosillo. Creo que el día de la premiación nos dirán por qué seguimos con vida. Afortunadamente.
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