Sabia virtud
Raúl Héctor Campa García
Lunes 2 de Enero de 2023

“Sabia virtud de conocer el tiempo […] / Olvidaba yo aún que el tiempo es oro”. Renato Leduc. Escritor y poeta. (CdMex. 1897-1986).

Hace 6 años que publicamos este relato (24 de octubre 2016), durante los dos años de estancia en la CdMex. Hace un año –28 de diciembre 2021 se volvió a publicar. Lo hago de nuevo – con algunas correcciones- embargado por una feliz nostalgia de esos tiempos de incertidumbre que pasamos la familia, por la salud y posteriormente la alegría de la recuperación de mí amada esposa.

Las frecuentes “correrías” que acostumbro realizar, aprovechando mi estancia “obligada” en la Ciudad de México, por cuestiones de salud de un familiar; me embarga algo de nostalgia de mis años de universitario. Aunque si bien es cierto, aquellos los viví en la Ciudad de Puebla, en la Universidad Autónoma Puebla, hoy Benemérita (BUAP). Acudía frecuentemente a esta contrastante Ciudad de México a visitar a una de mis hermanas y luego también por motivo de atención médica de mí padre (QEPD), en aquella época (1969-1975).

Viajar actualmente en un Uber o taxi para acudir puntualmente a las consultas periódicas de mí esposa, en el Instituto Nacional de Nutrición y asistir a este gran Instituto de Salud a las conferencias académicas y culturales que se realizan el último jueves de cada mes se volvió una rutina. Abordar una vagoneta combi, “pesera de 4 pesos” para ir a las sesiones clínicas del Instituto Nacional de Pediatría, en donde me “cuelo en forma furtiva” invariablemente dos veces por semana, desde que me invitó un apreciado amigo, compañero de la residencia de pediatría; tomar un camión Urbano, el Metro, Métrobus o tren ligero; para acudir a un museo, alguna marcha (Por la Familia por ejemplo), “bobear” en el zócalo de la ciudad, acudir a interesante conferencia en la UNAM u otro lugar, reuniones de tipo político, previa invitación que han sido pocas.

Caminar muy seguido en la Calzada de Tlalpan, por la zona de hospitales, o acudir al restaurante de Tacos de marlín, camarón o pescado, estilo Sinaloa (“Culichi Fish”) recién abierto por el rumbo de Xochimilco, por un familiar de mi esposa o ir a una cafería para saborear un desayuno o café en algunas de las plazas, visitar una librería conocida para adquirir algún recomendado libro, a un céntrico callejón cerca del Palacio de Bellas Artes o del Palacio de Minería, donde se encuentran una variedad de libros a menor precio (librería de viejos).

Esos recorridos citadinos anti estrés, no pierde uno la capacidad de asombro al volver a observar las majestuosas construcciones coloniales que albergan algunas Instituciones Oficiales o Académicas; como el Edificio del Colegio de México, negocios privados, restaurantes, museo, etc. En algunas antiguas colonias el contraste de lo antiguo con lo moderno es impactante, o las todavía existentes y algunas paupérrimas vecindades de “barrios bravos”, con dos, tres o quintos patios, que nos hacen recordar la obra, el ensayo antropológico de Oscar Lewis: Los hijos de Sánchez publicada en 1961 en los Estados Unidos y México en 1964, que fue vetada un tiempo por el gobierno mexicano por mostrar la crudeza de la pobreza económica y socio-cultural que padecía la población en esa época (todavía sigue padeciendo en pleno Siglo XXI, por el flagelo político).

Al asomarse por esas viejas vecindades, pasar por algunas, todavía “ciudades perdidas” o barrios que existen a la fecha, observar en las calles de algunas colonias el deambular de limosneros, los “Teporochitos” tirados en el suelo “durmiendo la mona”, tal parece que el retrato de la pobreza plasmados en el ensayo de Oscar Lewis y sus reales personajes, siguen detenidos en el tiempo.

No ha cambiado, solo la metodología y las variantes actualmente son otras, para medir la pobreza (por cierto maquillada por la oficialidad de todos los gobiernos).

Cada escultura o estatua de algún personaje Prehispánico, Colonial, Revolucionario, etc., o cada calle con el nombre de un personaje, es en sí una historia que contar y en la Ciudad de México, como muchas antiguas ciudades del país, hay bastante tela de donde cortar. Ésta es actualmente mi asidua rutina. Vivir en una de estas antiguas ciudades, a pesar de la modernidad, da la sensación de entrar al túnel del tiempo y regresar al pasado.

Cuando recién llegamos a la Ciudad, residimos un tiempo por la calle Renato Leduc, antes calle Ferrocarril, en la Colonia José Toriello Guerra, Delegación Tlalpan, hasta que rentamos un modesto departamento en la misma colonia. Por cierto, él nombre de la colonia es en reconocimiento a un colono asturiano, empresario y altruista del siglo XIX. Existen varios parques en donde se encuentran monumentos a Cuitláhuac, a Moctezuma y de otros personajes.

Renato Leduc, aguerrido Poeta, escritor y reaccionario periodista, nacido en 1897, precisamente en Tlalpan, decía: “Las Estatuas y monumentos, solo sirven para que las meen los perros y las caguen las palomas” y no se equivocó, porque en un parque de ésta colonia, hay un dorso de él, donde los perros orinan su pedestal y las palomas “tiroleadamente” cagan su esfinge. Allí lo comprobé.

Recordando una de su más conocida poesía: Tiempo (…sabia virtud de conocer el tiempo…), concluyo “plagiando en forma de parodia”: ...SABÍA VIRTUD DE APROVECHAR EL TIEMPO… Una buena manera de atenuar el estrés y ocupar la ociosidad de un jubilado, que a pesar de todo…sonríe a la vida, mientras pueda. Saludos.

raulhcampag@hotmail.com 

@RaulHectorCamp1

(Reditada 30 de diciembre de 2022).

 
 

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