Un lector amigo me llamó ayer para preguntarme por qué no había puesto a Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano junto a Manlio Beltrones y Francisco Labastida, miembros los tres del colectivo para criticar (para atacar) al presidente AMLO, si también es un mexicano decente, patriota, confiable en la rectitud de sus juicios. ¿Se te olvidó?, me dijo, como si me ofreciera una justificación por la omisión.
No era posible olvidarlo: Pero no considero confiable a Cuauhtémoc porque nunca ha sabido corresponder, como amigo, al entusiasta apoyo que en su campaña presidencial le prestó López Obrador. Además, creo que los políticos, por grandes que sean (y no estoy seguro de que el adjetivo grande le quede al ingeniero) estén vacunados contra los defectos y fallas que padecemos los ciudadanos comunes, por ejemplo, la envidia.
Hay signos confiables de que en 1988 Cuauhtémoc le ganó a Carlos Salinas y por ello no pocos mexicanos esperaban una reacción más o menos valiente del perdedor. No tiene el tamaño necesario para encabezar una revuelta, que habría sido perjudicial para el país. Pero ni siquiera organizó movimientos de protesta pacífica o presentó quejas ante tribunales internacionales. Volvió a su rutina de opositor comodino.
El comentario que de su conducta hizo el presidente AMLO es atinado. El ingeniero pertenece al grupo de los que quieren volver al pasado de corrupción. Para sobrellevar la amargura de no haber sido presidente le quedan dos títulos: el de haber sido hijo del general, y el de ser un amigo desleal..
LOS ARCHIVOS, OTRA VEZ
Plausible que la legislatura local y el Poder Ejecutivo con el secretario de gobierno como operador, señalen las deficiencias de los archivos y la necesidad de capacitar a los funcionarios para que cuiden los documentos que han de salvarse.
No es la primera vez que el gobierno se ha trazado esos propósitos y se han logrado avances pero no los suficientes, entre otros motivos, porque muchos funcionarios son ignorantes y no atinan qué documentos deben conservarse, o eliminan algunos de importancia y guardan tantos no imprescindibles, que crean montones de expedientes inútiles y estorbosos; también sucede que los cambios de gobierno generan ceses y renuncias de elementos aptos y permiten el arribo de servidores públicos sin noción de la figura archivística.
De ahí que la capacitación no ha estar limitada a una temporada sino someterse a programación permanente.
Además, si bien cada año, y más bien cada día, aumentan los documentos archivables, ahora se cuenta con tecnología para facilitar el trabajo y, sobre todo, para mantener en buen estado los documentos. Ojalá que los planes anunciados por los equipos legislativo y ejecutivo no sean llamarada de petate.
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