El domingo pasado Jesús Alonso fue a jugar beisbol con sus amigos. Iba en su moto.
Alrededor de las tres de la tarde unos desconocidos se lo llevaron por la fuerza a él y a dos amigos.
Pasaron las horas y no volvían a sus casas, hasta que los dos amigos reaparecieron, pero Jesús desde entonces no ha sido visto, se desconoce su paradero, quién y por qué se lo llevaron.
Han pasado cinco días y el dolor de su familia crece. Hoy realizan una marcha para hacer público el reclamo a las autoridades, que lo busquen y se lo traigan ya.
El llanto angustiado de la madre clama frente a la puerta de Palacio Municipal: "Regrésenme a mi hijo, quiero verlo, y lo queremos vivo ya, no voy a permitir que me lo entreguen de otra manera".
El llanto y los gritos de dolor de la familia estremecen a los presentes. La mayoría de los acompañantes son personas que viven el mismo infierno, buscan desesperadas a sus seres queridos que un día desaparecieron y desde entonces no han sabido nada de ellos.
Los padres de Jesús se han entrevistado con el Gobernador, con la secretaria de Seguridad Pública, con funcionarios de la Fiscalía de Justicia. Les han prometido que se hará todo lo posible por dar con el paradero del joven estudiante del Instituto Tecnológico del Valle del Yaqui.
Pero las horas pasan en la incertidumbre que carcome el alma. Jesús no aparece aún.
Ahora es él y apenas esta misma semana fueron once "levantados" en el ejido Pascual Ayón, de ellos ocho ya apareciron, los otros tres todavía no.
Hace unos días el caso del doctor Carlos Ríos sacudió a los cajemenses que aún conservan la capacidad de indignarse y mostrarse solidarios.
Y antes de ellos, han sido decenas de cajemenses que son buscados desesperadamente por sus familias.
Las autoridades dan una explicación terrible: Quien mal anda, mal acaba.
¿Cuándo va a terminar esta época oscura de Cajeme, de Sonora y de México?