Llegó, como era inevitable que llegara, el Día Internacional de la Mujer. Un abrazo prolongado para cada una de las mujeres que conozco, y si se cuelan en la fila algunas que no conozco, también.
No faltarán hoy valientes que intenten un recuento de las luchas exitosas de las mujeres por el reconocimiento de sus derechos. Al comenzar el Siglo XX, las inglesas fueron las pioneras en la batalla por la conquista del voto. Muchas fueron detenidas y metidas a la cárcel porque con sus manifestaciones, decían los jueces, obstruían el paso. Para 1928 lograron su objetivo: votar en condiciones similares a los varones.
La mujer mexicana apenas comenzaba a recorrer el camino. Pero a la fecha no sólo en materia política ha ganado su sitio junto a los varones, sino también en la Ciencia, el deporte, las actividades artísticas. Y es evidente que no se conforman ya con la igualdad de sexos, va por más.
Me llama la atención que en la enorme lista de méritos y hermosas acciones que hacen de las mujeres seres excepcionales y las colocan por encima de los hombres, casi nunca se menciona el más elevado y exclusivo de su sexo: la maternidad. Son, como se decía de una diosa azteca, “dadoras de vida”. Dan vida con su cuerpo y en su cuerpo, con su sangre, su desvelo, su atención permanente de noche y de día, su amor.
Sacrifican por los hijos la belleza y la salud. Y en esta carrera de los sexos, se erigen triunfadoras indiscutibles sobre los varones por el don exclusivo que cultivan, a veces hasta límites de heroísmo. Hay que felicitarlas colocada con humildad la rodilla en tierra.
¿NO SE LES PASÓ LA MANO, TRÁNSITO?
Ayer padecí la amarga experiencia que enfrentan todos los días centenares de personas que viven alrededor del puente, o mejor dicho, de lo que era el puente sobre la Veracruz. A varias cuadras del punto central de los hechos hay calles cerradas, y aunque la extensión de ese cierre debió ser bien calculada por los técnicos en la materia, uno tiene la impresión de que se les pasó la mano.
Pienso no sólo en las molestias de circular por el rumbo, sino en el peligro de una consecuencia tangencial: la seguridad de los automóviles ante los ladrones.
Normalmente el dueño de un vehículo lo encierra ´por las noches bajo candado, si en su casa tiene garaje, y si carece de él, lo estaciona muy cerca de una ventana desde le puede echar el ojo a cualquier hora de la noche. Pero en las condiciones presentes, ¿cuántos vecinos se están viendo obligados a dejar sus carros lejos de su vigilancia? ¿Existe la posibilidad de que se concedan permisos de acceso a quienes demuestren que se hallan en ese caso? Conste que también a los ladrones de automóviles se les puede pasar la mano.
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