La semana pasada, como en otras ocasiones, se dijo en un grupo de literatos que no va con la categoría de poeta de Abigael Bohórquez que su estatua se encuentre en un sitio con poca iluminación (donde se juntan las calles Obregón y Sufragio Efectivo, a pocas cuadras de la capilla del Carmen), que se halla expuesta al vandalismo y que debería moverse a un lugar iluminado y digno.
Las estatuas de Hermosillo han sido cambiadas de lugar en forma alocada y según el capricho de la autoridad municipal. Las de los generales Pesqueira y García Morales han sido movidas cuatro veces dentro del palacio de gobierno; la de don Miguel Hidalgo, de su sitio actual se la llevaron a la plaza 16 de septiembre y la devolvieron luego a su lugar. La de Juárez, plantada a un costado de la Universidad al finalizar los años cuarentas, voló al Jardín Juárez y de ahí a uno de los prados del Centro de Gobierno. También el monumento “A mi madre” de Asúnsolo, que estuvo en la Plaza Zubeldía y el de los Niños Héroes, a un costado de la Biblioteca y Museo, se los llevaron lejos, lejos.
Los graciosos niños de Peraza, afuera del desaparecido IPIES (donde está ahora el hospital Chávez), tuvo tres cambios antes de parar en la Dirección de Protección de Menores (o como se llame). Kino fue inaugurado en una glorieta, a la salida a Nogales, se la llevaron más al norte aún y ahora, perdida su original majestad, vegeta afuera de la catedral. Y no sigo porque esto es una locura
A Abigael lo quieren y lo protegen los vecinos del rumbo. Los herirían si se lo llevan de ahí, aparte de que sirve de límite a lo que algunos llamamos Distrito Bohemio, caracterizado por los numerosos murales pintados en las fachadas de las casas habitación. Y una estatua no va a estar a salvo de los vándalos porque haya luz. Los malvados aguardarán que no esté la policía cerca para hacer de las suyas. Lo digo a ustedes porque Abigael merece consideraciones. Dejémoslo en paz donde se encuentra.
VOYEZ: C’EST LA PRINTEMPS.
Al amanecer de este día ya estará mi columna circulando y yo estaré escuchando, café en mano, la canción de Charles Aznavour “Mirad, es la primavera”, cuyo nombre en francés me sirve para titular este comentario.
Y luego recitaré en voz baja, como un rezo, “El canto a la primavera”, de Xavier Villaurrutia”:
Decimos en silencio
o en voz alta, de pronto, “Primavera”,
y algo nace o germina
o tiembla o se despierta.
Magia de la palabra:
Primavera, sonrisa,
promesa y esperanza.
Porque la primavera es la sonrisa
y, también, la promesa y la esperanza.
¡Feliz y bella primavera para ti, Jessica!
carlosomoncada@gmail.com