En los últimos años del gobierno de Pavlovich y los dos primeros de Durazo, el premio para cada uno de los seis ganadores del Concurso del Libro Sonorense ha sido de 60 mil pesos. Es uno de los más altos de la República. No obstante, este año, el premio se eleva a 250 mil pesos, 4.1 de veces más.

Que yo sepa, no hubo un movimiento de los escritores para pedir el aumento. Lo acordó el gobernador Alfonso Durazo motu proprio.

Y es más, ordenó lanzar la convocatoria para el Concurso de Historia Samuel Ocaña García en el que serán premiados tres lugares: el primero, con 500 mil pesos; el segundo, con 150 mil y el tercero, con cien mil. La convocatoria se encuentra ya en circulación. El Premio Sonora a la Cultura y las Artes, creado por la gobernadora Pavlovich, y suprimido por el actual gobierno, era de Cien Mil Pesos. Fue otorgado tres veces.

Como si todo esto fuera poco, el Instituto Sonorense de Cultura reactivó el programa EFICAS que suma varios millones de pesos para unos veinte programas culturales. No me he puesto a sumar las cantidades, pero hay al menos tres ganadores que por unos pesos no le llegan al Millón. La breve suspensión de este programa, por razones jurídicas ya superadas, trajo con cara de amargura a varios artistas que viven de él.

La situación está que ni mandada a hacer para que los lectores, que nos hallamos acá, fuera del juego pero atentos a cuanto se publique, siempre, exijamos que los jurados hagan a conciencia su trabajo y que no se tienten el corazón para declarar desierto un género del Concurso del Libro Sonorense, si no hallan una obra participante que de veras valga la pena.

Han obsequiado premios a verdaderos mamotretos, entre ellos, la novela de Antonio Berumen “Crepúsculo mecánico”, escrita –escribí en otra ocasión—“en una mezcla grotesca y purulenta de caló de vagos gringos y caló de vagos mexicanos de la frontera”.

“Hotel Regente por Moe Szylak” (así se lee en la portada), laureada en Poesía en el certamen de 2021 es un insultp a la Literatura. Y Hugo Medina, campeón de los cazadores de premios, pendiente siempre de su prestigio de culto, obtuvo un triunfo con una novela de japoneses que por acá le cortan la cabeza a un hombre de un tajo y por allá se la cortan a otro; es argumento para una revista de monitos.

Ya tiene algunos años un grupo de escritores organizado para ganar. Qué bueno que sigan ganando, pero que hagan buena literatura. El Estado se muestra generoso. La oportunidad de que los escritores nos hagamos ricos (digo, los que ganen) está ahí. Lo honrado será desquitar el premio.

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