En un recorrido por las colonias de extrema pobreza en Cd. Obregón, promotoras comunitarias se llevaron una sorpresa: El agua no es el bien más apreciado por las personas que viven en condiciones precarias.
Estas personas, y en especial las madres de familia, se consideran más afortunadas si tienen un abanico (o ventilador). Por eso temen más al corte de energía eléctrica que del agua.
Explicaban a las promotoras que el agua como quiera la tomaban de una llave instalada cerca de allí, o la traían en baldes de la casa de un vecino. De alguna manera se las arreglaban para tener el agua indispensable para beber, un aseo superficial y echar al excusado.
Lo imprescindible para miles de familia en extrema pobreza es tener un abanico. Las personas entrevistadas por las promotoras exponían una razón muy sencilla:
En las noches más cálidas del verano y en especial después de una lluvia, los mosquitos se reproducen aceleradamente y no dejan dormir a nadie. A los niños "se los comen a picadas", decía una mujer.
Sólo el aire fuerte del ventilador puede alejarlos. No importa que sea aire cálido como el medio ambiente pero es suficiente para alejar a los mosquitos para que los niños puedan dormir bien. Si la casa no cuenta con servicio de energía eléctrica, como quiera una extensión o un "diablito" permiten conectarse a la red.
La situación empeora en la larga temporada de calor, pero no cesa en el resto del año. La cercanía de canales, tierras de cultivo y abundancia de agua encharcada mantiene este clavario que cada noche viven los habitantes en extrema pobreza.