La fecunda, tal vez sería mejor sería mejor decir fecundísima, exhuberante, cuantiosa producción de medios informativos y periodistas generados por el desarrollo de la tecnología digital y sus redes sociales, no nos impide conocer y valorar las piezas auténticas del buen periodismo, de ese oficio que se ejerce por vocación y no por necesidad de reconocimiento o exhibicionismo vulgar.
Esta vocación es la que mueve a Arturo Soto Munguía y cuyo trabajo hemos conocido a través de su portal El Zancudo y textos que publica en Facebook donde es inevitable seguir sus comentarios con un interés especial, interés que no nos despierta la marabunta de opinadores en esta red social.
Con su estilo suelto y ameno que nos atrapa fácilmente, Arturo escribió el libro que ahora presentamos y que en sus primeras páginas alude a la realidad que vivimos los periodistas de a pie, los que tenemos que escribir cuando menos cuatro notas diarias para cumplir la jornada.
Más importante me parece -ojo, jóvenes periodistas- su llamado a ejercer un periodismo que no atienda sólo a las declaraciones rutinarias de funcionarios y personalidades de la vida pública, sino de manera especial que busque en la plática de la gente común, en las vivencias cotidianas de eso a lo que se llama "el pueblo", que busque en ellos las vigorosas corrientes subterráneas que dan significado a los acontecimientos trascendentes y evidencian la realidad histórica sin adornos ni tremendismos, la realidad tal cual.
Con esa actitud periodística Arturo Soto nos lleva a su viaje por Cuba, de La Habana a Camagüey, una experiencia no sujeta al lejano romanticismo juvenil que idealizó al país de la revolución socialista pero tampoco atada a los prejuicios ideológicos de quienes se sienten muy liberales y democráticos porque critican las evidentes contradicciones de la Cuba socialista.
No, esta lectura, al menos en mi caso, no sirve para entablar una discusión política -cada vez más aburrida- sobre el triunfo o el fracaso de la utopía socialista. Quien quiera leerlo así, allá él o ella.
Esta lectura nos permite recuperar el gusto por las crónicas de viajes, un género del periodismo que ha dado grandes figuras literarias, pero que no es tan fácil practicarlo como algunos piensan y tratan de escribir sus "aventuras" de viaje pero nos aburren cuando apenas se están subiendo al avión.
Leamos este libro con el placer que nos proporciona una comida exquisita, o un tarro de cerveza bien fría.
Dejemos que Arturo nos revele cómo respira y que hay detrás de la Cuba hecha para turistas seducidos por la estatua de Hemingway, para los que se sueñan abrazados a una bella mulata y se escandalizan por los problemas cotidianos de los isleños. Descubramos con él la realidad de la burocracia cultural que lo clasificó Contra Revolucionario y otros detalles de la Cuba actual que en la narración de Arturo son más humanos y nos invitan a recomendar con convicción este ejemplar de buen periodismo.