Uno de los más grandes proyectos del presidente AMLO, con el que inició su administración, se quedará en el limbo, como una curiosidad, pero no podrá cumplirse y, para fortuna del Presidente, todo el mundo está conforme con que no se cumpla.

Ese proyecto consistió en descentralizar todas las Secretarías de Estado y algunos Institutos a las entidades federativas, con el fin principal de aliviar a la Ciudad de México de su monstruosa concentración urbana. La Secretaría de Marina se iría a un puerto, Turismo a Acapulco, la Secretaría de Cultura a Guanajuato, la Secretaría de Agricultura a Ciudad Obregón, uno de los pocos lugares en los que se notó movimiento, etcétera.

No se dio a conocer un cálculo del presupuesto que habría sido necesario para la movilización del personal, mobiliario, equipo, y si se hizo, e susto debe haber sido suficiente para desalentar los planes.

Pero el principal obstáculo fue el humano. El destino de decenas de miles de funcionarios y empleados de la Federación, con su vida hecha, desde niños, en la capital del país, iba a cambiar bruscamente a ciudades extrañas, y al mismo tiempo, el destino de los hijos, adolescentes y niños que abandonarían a sus amistades y afectos cultivados en los barrios y escuelas de la Ciudad de México.

Hoy estaríamos todos envueltos en un enredo del que habría sido imposible salir. Se comenzó a posponer y posponer el proyecto hasta que al final dejó de mencionarse y fue alivio general olvidarlo.

Lo que no se olvidó fue la finalidad que se pretendía alcanzar. Como miles de mexicanos sigo todas las mañanas, con asombro y admiración, el avance de obras de transporte masivo a punto de concluirse, como el Tren Maya. Ayer se detalló, además, la increíble comunicación por trolebús, desde Santa Martha, en el corazón de la metrópoli, a Chalco y otras poblaciones del Estado de México connurbadas a la capital.

Desde hace años, miles de trabajadores deben tomar dos y hasta tres medios diferentes (autobús, Metro, peseros) para ir de sus casas a sus lugares de trabajo (y a la inversa), y desde fines de año no necesitarán más que el trolebús que, de todas maneras, ligará con el Metro. Economizarán dinero, tiempo, molestias.

La calidad de la obra es, además, de primerísimo mundo. Y respeta la filosofía de atender, primero, el interés humano y familiar del ciudadano, sobre las finalidades técnicas.

Por mi edad y mis condiciones de salud, es casi seguro que no llegaré a ver estas obras maravillosas en funcionamiento, pero la tecnología visual me permite sentir el orgullo de ser parte de una Nación que es capaz de realizarlas.

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