El café debe ser caliente como el infierno, negro como el diablo, puro como el ángel y dulce como el amor. Charles Maurice de Talleyrand. (Diplomático francés.1754 -1838).
¿Quién no ha estado en una amena charla mañanera ante una taza de café? Que entre sorbo y sorbo afloran los temas entre amigos, compañeros de trabajo; o en la soledad pensando en otredades y reflexionando cosas de la vida.
En la grata compañía de la lectura de un buen libro o escribiendo lo que uno percibe de la existencia. ¿Pocos o muchos? No lo sé.
Esto también sucede ante una copa de vino, pero quizás en diferentes horarios. De preferencia nocturno o en el transcurso de una comida. También el vino que nos acompaña, en una buena tertulia, charla o en nuestras lecturas nocturnas que nos ayudan a conciliar el sueño.
Pero hablemos del café, que, del vino, mucho se hablado a favor y en contra; pero nos queda el poema conciliatorio a favor: El Vino, de Alberto Cortés. Que lo dice, sobre el vino... casi todo.
No hablaré de las propiedades que se le atribuyen al café y sus sustancias: ¡que previene el cáncer del colon! ¡Retrasa el Alzheimer y ayuda a la memoria! ¡Nos ayuda en la vigilia nocturno en algunos casos!, etcétera. De eso no voy hablar, porque al final con o sin café, de algo nos vamos a morir…con el favor de Dios. Frase de un buen amigo, que hemos compartido en ocasiones, el vino, la cerveza y unas tazas de café, disfrutando la vida.
Si bien es cierto, al principio de mi juventud el café no me llamaba la atención, era más proclive a una gaseosa o cualquier otra bebida. En la época universitaria, en tiempos de estudios y sobremanera en los exámenes finales de la carrera, frecuentemente lo empecé a tomar acompañado de un cigarrillo; con eso “me mantenía alerta” en la preparación previa a los exámenes. Luego de la terminación de mis estudios profesionales, me olvidé por un tiempo del café. Un buen Wisky y unas “bocanada de humo de cigarro, me extasiaban”, más que con una cerveza. Aunque nunca le “di el golpe” al fumar”, pensando en mi tema de la tesis de recepción, con que me titulé como médico: Cáncer broncogénico. Mis padres murieron de cáncer; de pulmón él y mi madre de cáncer de vías biliares. Mi padre falleció en mi primer año de estar cursando la facultad de medicina y mi madre casi al final de mi servicio social. En sus funerales tomé algunas tazas de café.
Cuándo inicié mi tesis recepcional pensaba en especializarme en oncología, pero al recordar mi impotencia por no poder hacer algo para que no murieran mis padres; pocos años después ante una taza de café, la idea se desvaneció. Opté por ser Pediatra; aunque, durante mi residencia no me libré de ver el dolor de los padres ante sus niños con cáncer.
En esa etapa de mi vida como residente de pediatría, se me acentuó el “vicio” por el café y el cigarro, para mantenerme despierto durante aquellas “inconstitucionales” guardias: A de los residentes de primer año; B en el segundo año; y C siendo R3. Estudiar ante una taza de café, o hacer las historias clínicas y notas de evolución fue cotidiano en mi Alma Mater de mi especialidad ¿Quién no manchó un expediente o notas de evolución de los pacientes, al derramar una suculenta taza de café o quemarse el uniforme blanco con las pavesas de un cigarrillo? Lo cierto que al llegar a casa después de 36 horas de guardia… a dormir, me olvidaba del cigarro y del café. Al siguiente día salir muy temprano de casa hacia el hospital después de despedirme de mi amada esposa y de mis hijos; en aquel estaban muy pequeños, pero siempre los veía dormidos. Salía con dos cajetillas de cigarros con filtro (de una marca gringa, mentolados), que tomaba del paquete que siempre tenía en el refrigerador; durante uUna guardia me fuma una cajetilla, porque nunca faltó un R2 o un R3 que nos gorreara los cigarros. Fumábamos en el cuarto de máquinas de escribir (mi Olivetti roja), donde tecleábamos las notas de evolución de los pacientes, acompañados con una aromática taza de café.
Después me olvidé un poco del café durante varios años y del cigarro totalmente hace más de 36 años. Ocasionalmente tomaba una taza de café, en el cuarto de médicos, donde nos poníamos el pantalón y filipina para entrar a sala de parto o de cirugía, lo tomaba antes o después de recibir a un Recién Nacido en una Maternidad, Sanatorio u Hospital.
Después, poco antes de mi jubilación, nunca ha faltado mi taza de café mañanero, siendo más frecuente desde hace más de 10 años, una taza en compañía de amigos médicos jubilados y no, en las reuniones matutinas en conocido hospital de la localidad (La Purísima). Antes de la pandemia por COVID19, eran reuniones diarias de lunes a sábado; una hora de charla, con variados temas: médicos, literarios o políticos. Ante una taza de café “componemos el mundo en 60 minutos”.
Esas tertulias cafeseras donde nos juntábamos a veces más de 10 amigos, se suspendieron por más de un año, debido a la pandemia. De esos años a la fecha, se nos han ido de este mundo, los entrañables contertulios: Dr. Daniel Durón, Dr. Ismael Perea (recordado por sus agradables charras o cuentos), Israel Polanco (Técnico Radiólogo), y por COVID el Dr. Rafael Durazo; El Dr. Oscar Ruso, se unía a la tertulia ocasionalmente, no duraba ni cinco minutos, nos dejaba picados con algún agudo tema político e intempestivamente se levantaba de la mesa, como si algo le picará, por atrás del pantalón. Ellos descansan en Paz.
El Dr. Don Antonio Cerecer Beltrán, hace unos cuantos meses, después de muchos años de residir y ejercer su profesión en Cd. Obregón (más de 60 años) se fue a residir a Mochis, lleno de triste nostalgia (se lo llevaron sus hijos). Un ser humano recto, pacífico, con una amplia cultura, y lúcida memoria; extrañamos sus comentarios de libros y las declamaciones poéticas “a capela”.
}Hace unas cuantas semanas reanudamos las reuniones, los sobrevivientes –hasta este momento – de la mesa redonda del cafecito mañanero en “La Purísima”, pero sólo los miércoles y viernes, con todas las medidas preventivas (gel y toma de temperatura, sana distancia y cubrebocas) con nuestro decano y sobreviviente de “mil batallas”, Dr. Don Norberto Rivera Olvera, Dr. Javier López García, Dr. César Olea Briones, Dr. Armando Barreda Pesqueira, Dr. David Moreno y el viernes pasado se reincorporó, nuestro amigo, escritor Dr. Juan Noriega López, y un servidor, entre otros ocasionales y de “pasadita fortuita”.
Agradecemos las amables atenciones que por muchos años, nos ha brindado el Sanatorio La Purísima y su personal: a Normita y Lic. Daniel Durón Figueroa. Por tenernos listo el aromático café mañanero, y sentarnos, desde hace años, ANTE UNA TAZA DE CAFÉ.
“El café hace sabios a los políticos y les permite apreciar las cosas con los ojos abierto”.
Qué frase tan rara, porque algunos políticos han carecido de sabiduría, aunque beban muchas tazas de café, a menos que se sienten ante unas tazas de café y planeen maquiavélicamente, lo que dice otra frase, del mismo autor de la anterior.
“Un partido es la locura de muchos en beneficio de unos pocos” (políticos). Alexander Pope (Poeta inglés del S. XVIII).
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