El caos político
Raúl Héctor Campa García
Lunes 18 de Septiembre de 2023

“Debemos ordenar el caos. Y no tengo duda de que el mejor y más veloz método es implantar la ley del pueblo en vez de la de la turba.” Gandhi.

“En términos generales, la teoría del caos estudia la sensibilidad a condiciones iniciales de algunos sistemas, es decir, de aquellos sistemas en los que un pequeño cambio, puede generar grandes consecuencias. Matemáticamente, estos cambios siguen una dinámica no lineal. (Martínez-Moncaleano Carlos Javier. Teoría del Caos y Estrategia empresaria: Rev. Scielo. Tend. vol.19 no.1 Pasto Jan. /June 2018).

El caos político puede caer en el desorden del autoritarismo o desorden democrático”. Como en cualquier organización, empresa o gobierno el caos puede producir un efecto mariposa: “El simple aleteo de una mariposa puede provocar un Tsunami al otro lado del mundo”.

Los brotes de violencia se evidencian por todo el país, no existe un estado, en donde no impere el caos provocado por la delincuencia, desde una “mínima” incidencia hasta una alta prevalencia. Las autoridades se encuentran en cómplice complacencia o el miedo no los deja actuar.  (Las dos cosas). 

Masacres, secuestros, las desapariciones de personas son actos cotidianos; los cobros de piso a los pequeños y grandes comercios, a los centros escolares privados, a los productores y a algunos empresarios, se está volviendo, en muchos lugares, la rutina que no asombra a la población. El crimen organizado ha convertido todo el territorio en su imperio, se han posicionado de los poderes políticos. La nación está secuestrada. Los rumores se extienden por todo el país ante el cinismo del terror y de la cínica pasividad de las autoridades.

Mientras esto sucede, los políticos dentro y fuera del gobierno están enfrascados en la lucha por el poder, ante una gran parte de la ciudadanía apática que raya en el “importamadrismo” si el país se derrumba. Las Instituciones creadas por anteriores gobiernos, unos en lugar de perfeccionarlas toleraron la corrupción y otro adopta la más “fácil” de las acciones: destruirlas o continuar, como en el “viejo régimen”, con unas a su conveniencia, donde permea la mala administración y la corrupción. 

La población se burla de las fuerzas armadas, que antes gozaban del respeto del pueblo, ahora el estado les ha dado funciones en otras áreas de la administración pública, descuidando en cierta manera, la esencia de las funciones propias del ejército establecidas en la Constitución que rige al país. Los rondines o la presencia de las fuerzas armadas dan la sensación de un territorio militarizado, que no han dado resultados reales de combatir el crimen y de salvaguardar la seguridad nacional. Un alto mando del ejército, a quien le imputaron estar coludido con los narcotraficantes, fue aprehendido y encarcelado en otro país; país en que mucho daño han hecho las adicciones a los estupefacientes. Lo extraditan, dejándolo en libertad, y “anda como Juan por su casa”. La “corrupción en este país es parte de su cultura”, diría un exgobernante.

Al mismo tiempo del caos político que prevalece, existe en una parte de la población, un caos social, propiciado por la permisibilidad o tolerancia nociva de normas de conducta que no contribuyen a la armonía de la convivencia social. Mucho tiene que ver las adicciones a ciertas drogas, y la incursión de jóvenes en la delincuencia. 

Por el lado político, observamos una desfiguración de los partidos actuales, incluyendo al partido en el gobierno, donde sus militancias solo persiguen intereses personales o de grupos, sin tener el indispensable sentido de pertenencia y permanencia, “en defensa de sus principios doctrinarios”. La frase aquella de que “La Patria es primero”, se ha convertido en: “La patria es dinero o poder”. Por eso a los gobernantes lo seduce continuar o quedarse en el poder, “aunque sea detrás del poder”, con la frase atribuida a Nicolas Maquiavelo de que: “el fin justifica los medios”. “Para defender la causa importante o permanecer en el poder, cualquier medio utilizado para lograrlo es válido”. Toman la gobernanza como algo de su propiedad, que pueden manejarla a su antojo y buscan los medios para eternizarse, tal cual lo hizo la entonces llamada “dictadura perfecta” … que al final, por el caos, se “les hizo bola el engrudo” y no les quedó de otra, que mimetizarse en quienes tienen posibilidad de llegar al poder.

Lo más preocupante del país, es la polarización de la ciudadanía, generando discordias entre la población, y el aumento progresivo de la inseguridad, entre otras acciones de la competencia de los gobiernos. Todo esto, incitado desde algunas palestras oficiales:

“(Se propaga) el odio del todos contra todos, en el caos de no tener más reglas (sin más ley) que la de una pistola (y morir asesinado), bajo una letárgica ofensiva de unos cuantos soldados macilentos, (comandados por el gobierno), queriendo poner orden en las ruinas (que deja el caos social). (Los medios publicitarios progobiernistas como los anteriores), hablan de la abnegación como el camino al progreso futuro, del sacrificio como imperativo moral, de la avaricia como el enemigo, del amor como solución (abrazos no balazos), sus desgastadas frases tan asquerosamente dulces como el olor a éter en un hospital”. (Parte de un fragmento, modificado (lo escrito entre paréntesis) para esta columna. Tomado de la novela:  La rebelión de Atlas, de Ayn Rand).

El poder político y el económico caminan, por lo regular, bajo el mismo paraguas. Se adapta la letrilla satírica de Francisco de Quevedo: Poderoso caballero es don dinero. Qué pena señores. Gobernantes.

“Más valen en cualquier tierra, / (Mirad si es harto sagaz) / Sus escudos en la paz / Que rodelas en la guerra. / Y pues al pobre le entierra / Y hace propio al forastero, / Poderoso Caballero / Es don Dinero”.

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