Hace 40 años y quizás un poco más, se representa la misma obra sobre la ilegalidad en la República, una obra que demuestra que la ilegalidad saca de apuros a los gobiernos municipales y, de carambola, incrementa la popularidad de la autoridad federal.

En el primer acto se ve a los malvados que violan la ley que prohíbe el contrabando introduciendo centenares o miles de vehículos a territorio mexicano sin pagar los derechos correspondientes. Lo hacen con tal habilidad que los agentes de la ley encargados de evitarlo, no se dan por enterados. Al menos eso dicen.

En el segundo acto predominan las quejas de los vendedores de autos cuyos precios compiten con lo poco que pagan quienes compran a los contrabandistas. Las autoridades prometen corregir la situación con el argumento de que vivimos en un estado de derecho (aquí el público a veces aplaude y siempre se ríe).

En el tercer acto, la apoteosis: los beneficiarios del contrabando se convierten en buenos, el público descubre, con grata sorpresa, que están organizados y que sus nombres y domicilios son conocidos por la autoridad aunque nunca los han molestado, y ésta, la autoridad, conmovida, acepta legalizar la ilegalidad mediante una corta feria. Todos quedan contentos.

Esta obra no se representa todos los años, pero ahora, en 2021, toca función. En cuanto termine se comenzará a preparar el siguiente reestreno. Todos daremos por satisfechos… menos los distribuidores de automóviles que pagan impuestos y no pueden competir con los carros chuecos y los funcionarios cómplices, todavía más chuecos.

EX PRESIDENTE CHACHALACA

Levantó roncha la expresión que Andrés Manuel López Obrador, cuando se abría paso hacia adelante como candidato, dijo al presidente Fox que no paraba de parlotear: ¡Cállate chachalaca!

Es evidente que ahora la llamada de atención debe dirigirse a Felipe Calderón, que indudablemente no tiene nada qué hacer y se dedica, sin levantar ni un débil eco de aprobación, a inventar tonterías sobre el gobierno de AMLO. Ni siquiera el sector conservador se digna tomarlo como portavoz de sus intrigas.

Y es paradójico que quien se ha conducido con prudencia, en su papel de ex presidente, es Enrique Peña Nieto, que inclusive le ha bajado varias rayitas a su ostentación donjuanesca. Esto no le garantiza que no será llamado a cuentas para aclarar el saqueo del presupuesto, pero al menos no agravará su situación si le encuentran acciones que deban someterse al imperio de los tribunales.

Durante muchos decenios el Presidente que concluía su gestión se retiraba casi por completo de la escena pública para no entorpecer los actos de gobierno de sus sucesores. Calderón ha renegado de esa herencia de discreción. Como sentenciaban las abuelas: en su salud lo hallará.

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