El beisbol de la Liga Mexicana del Pacífico ha regresado este fin de semana y la alegría de los aficionados es evidente. Nadie quiere perderse los juegos inaugurales y pronto se agota el boletaje.
El entusiasmo sin embargo dura poco. Apenas empieza el roll regular y la asistencia al estadio se va reduciendo drásticamente, más aun si el equipo de casa no empieza bien.
Segunda o tercera serie y las gradas ya están semivacías. Ir al estadio entonces ya no es tanto por el deseo de ver buen beisbol sino una simple opción para romper la monotonía provinciana de nuestras ciudades. Los jóvenes con cheve en mano, las chicas realzan su belleza para no pasar inadvertidas y en las áreas más caras unos cuantos exhiben su bienestar.
Todos celebran el jonrón, las carreras y jugadas defensivas del equipo de casa.
Pero cada vez son menos los que asisten al estadio y menos aún quienes siguen el juego con atención, los detalles del beisbol que lo hacen un deporte apasionante.
Mucho negocio para ser deporte...
O mucho deporte para ser negocio, dicen los conocedores. Pero es evidente que el negocio ha disminuido la esencia popular de este deporte.
En Cd. Obregón la construcción del nuevo estadio redujo con mucho la alegría pueblerina, los gritos, la picardía que afloraba en las gradas donde eran mayoría los aficionados venidos de colonias populares y poblados rurales.
El gasto por persona para asistir a un partido es casi inalcanzable para la gente común, porque no sólo el boleto es caro sino también las bebidas y bocadillos que acompañan la experiencia de asistir al estadio. Una sola persona adulta cuando menos debe gastar 300 pesos por su boleto, una o dos bebidas y algo "para masticar". Si vas en pareja o llevas a un niño el costo alcanza fácilmente los 500 pesos.
Este encarecimiento ha alejado a las clases populares -de donde surgen la mayoría de los peloteros profesionales- y la espontánea alegría de las gradas ha disminuido notoriamente.
Mantener un inmueble como el llamado NEY es más complicado y caro que mantener al TOG, argumentan unos. Pero omiten reconocer que las directivas tienen hoy más ingresos por publicidad interna y derechos de transmisión, una millonada en esto, además de los ingresos por estacionamiento, concesiones para venta de comida, cerveza y otros ingresos.
Equipo sin identidad
El problema más fuerte que enfrentan hoy el beisbol y en particular los Yaquis es la falta de equipos con identidad.
Aquí después del tricampeonato no se ha formado un equipo sólido con jugadores inamovibles e identficados por el público.
Jugadores vienen y van, el equipo inicia la temporada con un roster y en pocos juegos ya ha despedido a varios y contratado a otros salidos quién sabe de dónde. Las directivas intercambian jugadores como si éstos fueran mercancías. Es la realidad del deporte profesional, dirán.
En el juego inaugural los aficionados que abarrotan las gradas no conocen a la mayoría de los jugadores que están en el campo. Algunos nomnbres se recuerdan porque jugaban con otros equipos y venían de visitantes, otros que eran de Yaquis alinean con los rivales.
Se había dicho que los beisbolistas extranjeros eran indispensables para el espectáculo, pero hoy la mayoría de ellos no pasan de la media de rendimiento. Son perfectos desconocidos aquí y allá.
Encarecimiento del espectáculo, equipos sin identidad, van apagando la pasión que alguna vez despertó el beisbol entre niños y adultos del pueblo cajemense.