La amenaza de influenza nos ha hecho recapacitar a todos los mexicanos, no sólo en la necesidad de cuidar más la higiene personal y seguir las medidas preventivas que se recomiendan, sino también en otros asuntos de índole mundana, como las campañas electorales.
En el Senado de la República, pero también en el entorno local donde se desarrollan las campañas, ha surgido la propuesta de cancelar los mítines que organizan los partidos políticos para que sus candidatos se den baños de pueblo y, lo más importante, exhibir su fuerza de convocatoria, aunque dicha exhibición en el mayor de los casos es una farsa como lo sugiere la cultura del acarreo y de “pago por ver”… por verte en el mitin.
Pues bien, ya anda rondando en la cabeza de muchos la posibilidad de que se ordene cancelar los mítines multitudinarios de las campañas electorales. Y aunque es forzada por circunstancias desagradables, la propuesta no deja de ser una excelente idea.
Primero, porque se ahorraría mucho dinero que los partidos dilapidan en la organización de estos eventos.
Segundo, otro ahorro importante: nos ahorraríamos la pena de ver tanta gente en pobreza extrema que debe participar a cambio de una torta y un billete de cincuenta o cien pesos. Otros que asisten movidos por el chantaje del líder o jefe de oficina: Si vas te doy dos días de descanso; si no vas, puedes tener problemas en el trabajo.
Tercero, los partidos y sus candidatos se verían obligados a utilizar exclusivamente los medios de comunicación para llegarle al electorado, o realizar visitas domiciliarias. Los mítines ya son cosa del pasado o de políticos retrógrados que tratan de impresionar con exhibiciones de popularidad que nadie cree.
Así las campañas electorales se volverían más baratas, se dilapidarían menos recursos, se ensuciarían menos las calles y la competencia sería más pareja.
Además habría más presión para que los medios regionales, sobre todo la televisión oficial (Telemax) fueran realmente objetivos y parciales.
Nada nos perderíamos si se cancelan los mítines, y en cambio sí tenemos mucho que ganar.
Pero ¿hay algún candidato en Cajeme o en Sonora dispuesto a renunciar a su sacrosanto derecho de darse baños de pueblo?
¿O cuánto tardaría en brincar algún demagogo que reclame respeto a su libertad de expresión y de organizar reuniones públicas?
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