El Valle del Yaqui fue un enclave arrocero hasta la primera mitad del siglo XX. Al construirse la presa "Álvaro Obregón" (1952) se abrieron las tierras para el cultivo de trigo.
Fue una verdadera reconversión agrícola que definió la vocación del sur de Sonora como zona productora de trigo, principalmente. El cambio obedeció pues a nuevas condiciones de la infraestructura y poco después a la aplicación de tecnología para elevar los rendimientos del cereal y obtener más rentabilidad con el trigo.
La reconversión no fue pues una "buena idea" para el cuidado del medio ambiente. En la década de los cincuentas e inmediatas posteriores el tema de impactos ambientales era casi inexistente. Tampoco fue consecuencia de una "vocación triguera" animada por el espíritu patriótico ante la necesidad de poner el pan en la mesa de los mexicanos.
Fue una reconversión impulsada, repito, con el objetivo de tener buenas utilidades con menos riesgos de los que suponía, por ejemplo, el algodón, que en esa época permitía amasar fortunas de la noche a la mañana y perderlas al año siguiente con una mala temporada.
La rentabilidad, las ganancias, la acumulación de riquezas, como en la mayoría de las actividades productivas, fueron y serán siempre el objetivo de una economía agrícola como la del Valle del Yaqui.
Este martes se realizó aquí un foro regional para analizar las alternativas de reconversión productiva del trigo en el Sur de Sonora, tarea urgente pues el agua cada vez será más limitada y este cultivo requiere de grandes cantidades.
“Se hace necesario implementar una estrategia que ofrezcan mejores posibilidades en términos de productividad, generación de valor, mercado y sobre todo, cultivos con un mayor beneficio por volumen de agua utilizada; hablamos de una agricultura integral viable y sustentable”, destacó la secretaria de Agricultura en el Estado, Fátima Yolanda Rodríguez Mendoza.
En foros como éste se ha mencionado con frecuencia la posibilidad de optar por la cebada. Pero la cebada no tiene el rendimiento ni genera las ganancias que se obtienen con el trigo. Además es poco probable que la cervecera Constellation Brands esté dispuesta a pagar a los productores de cebada lo mismo que ellos ganan con el trigo, aun con las variaciones negativas del precio internacional.
Se dice muy sencillo reconvertir a cebada y a otros cultivos que requieren menos agua, incluso variedades trigueras con menos riegos, pero a fin de cuents lo único importante al menos para los productores es algo que les garantice las ganancias que obtienen con sus patrones de cultivo actuales, incluido por supuesto el "oro dorado".
Cuando se tenga la certeza de que eso, ganar con cultivos de menos riego las mismas utilidades obtenidas con el trigo, entonces sí los agricultores del Valle optarán por la reconversión.
O al menos que la dictadura de la Bolsa de Chicago castigue tanto el precio del trigo que no valga la pena sembrarlo aquí ni siquiera con subsidios oficiales. Y entonces habrá que buscar opciones o retirarse a vivir de lo amasado "cuando la agricultura era un buen negocio".