Naturalmente, no voy a dedicar la columna al chayote, el rico fruto de la chayotera, de la familia de las cucurbitáceas (no sé por qué pongo esto, si cualquier ama de casa lo sabe) sino a otro chayote, más nutritivo, el que recibe un comunicador por publicar elogios a un funcionario o por guardar silencio sobre sus fallas.
En las primeras décadas del Siglo XX nuestros periódicos eran muy modestos, por lo general de cuatro páginas que podía llenar un solo hombre, el dueño y director, Y algunos explotaban actividades colaterales como la venta de papelería, la impresión de tarjetas de visita o de felicitación. Además, la intranquilidad de la Revolución y del alzamiento escobarista en 1929 hacía desaconsejable invertir en maquinaria.
Pero en los años cuarenta se integró el Bloque Periodístico Sonorense con los dueños y directores de los periódicos y revistas, y algunos de ellos se pusieron a buscar créditos bancarios para adquirir maquinaria moderna. Para ello no faltó quien se acercara al gobernador en turno para solicitarle que ejerciera influencia en tal o cual banco para obtener el crédito. No podríamos decir que se trataba de chayote.
El primer chayote que vi pasar ante mis ojos, y que era ajeno, conste, fue el que tramitó el director de El Noroeste, de Nogales. Yo era jefe del Departamento de Prensa del gobernador Luis Encinas, puesto en el que estuve unos cuantos meses, y el caballero en cuestión entró a mi oficina y me pidió dar curso a la factura de no me acuerdo cuánto. No acompañaba ejemplares de su periódico con los anuncios a cobrar, y me extrañó la petición porque yo no sabía que se le debiera. En cuanto pude fui a ver al secretario particular Arístides Prats, experto en estas cuestiones, para pedirle orientación; él se hizo cargo de la factura con un breve comentario: “No es por publicidad, es un convenio que viene desde el otro gobierno”.
Cuando el gobernador Encinas sintió que los periodistas del estado se le estaban saliendo de control, acordó entregar un subsidio (seguían sin llamar chayote al chayote) de $5,000 a los periódicos importantes y de $2,500 a los pequeños. Me pareció entonces, y me sigue pareciendo ahora, que era ingenuo dar a conocer el inmoral acuerdo, como lo hizo el mandatario. El director del Diario del Yaqui, Jesús Corral Ruiz, rechazó con dignidad sus $5,000 mensuales, y se lo hizo saber así en una carga digna al gobernador. Pero aprovechó el viaje para decirle, en la misma carta, que el periódico estaba por cumplir años y que le solicitaba publicidad de las obras realizadas por el gobierno, en una sección de cuatro páginas a $5,000 cada una. “O sea que se llevaría cuatro meses de subsidio”, me dijo Encinas, pues yo estaba aún en el Departamento de Prensa.
Los que introdujeron a los sonorenses en la práctica del chayote fueron los colegas de México que publicaban revistas “confidenciales”. No vendían anuncios sino menciones lambisconas en sus columnas, y pasaban por alto los errores de los mandatarios. Era como si vendieran protección al estilo gánster. Cobró fama y anhelos de imitarlo un periodista cuarentón un tanto gordo, bien vestido, muy simpático, que parecía conocer a todos los políticos del país que puso a circular su revista en Sonora. Se llamaba Juan, no recuerdo su apellido, y su revista, “Ráfaga confidencial”, en papel “cuché”, buenas fotos, de tamaño algo menos de media carta, de unas cuarenta páginas. Venía con regularidad, cobraba y se iba.
Uno de los primeros que lo imitó fue el ex boxeador “el canguro” Amado Armando Varela, a la sazón pintor de brocha gorda. Su publicación, haciendo honor a su calidad masónica, se llamaba “Triángulo confidencial”. No tardó en aparecer la “Carta Escobar”, de corta vida, pues su creador, el guaymense Miguel Escobar Valdez optó por otro camino más recto, el de la diplomacia.
Si mañana no se atraviesa un asunto que requiera pronto comentario, escribiré una segunda parte de este tema (PERO antes de marcharme con mi música a otra parte, ofrezco una disculpa a mis amigos Maritza Rivera y Ernesto García Núñez, a quienes en mi columna de ayer hice, al segundo, director de la Editorial Sonora Queherida, cuando es el presidente; y la segunda es la mera mera directora.)
carlosomoncada@gmail.com
Publicado originalmente el 31 de octubre de 2021.