Delon, el cine, la vejez, la muerte
Alejandro De la Garza
Sábado 18 de Noviembre de 2023

Columna El sino del escorpión, punblicada en sinembargo.mx

El sino del escorpión ha seguido a pie juntillas (siempre quiso el alacrán usar este añejo modismo), la compleja trama de la circunstancia de Alain Delon, absoluta leyenda cinematográfica (donde las haya) y actor inigualable del cine francés. Como se sabe, Delon expresó desde el 2022 su urgida voluntad de acabar con su vida por el procedimiento de la muerte asistida (eutanasia) en una clínica suiza, pues dos accidentes cerebrovasculares y el deterioro de su estado físico habían ya agotado su deseo de vivir. Encima, sus hijos acusaron a la pareja del “perfecto seductor francés” de haberlo aislado y casi secuestrado de su familia para manipular sus últimos deseos (testamentarios, se presume).

Hace uno días, lee el arácnido, Alain se despachó con esta impresionante declaración: “Voy a dejar este mundo sin sentirme triste. La vida ya no me atrae. He visto y experimentado todo. Odio la era actual, ¡estoy harto de ella! Todo es falso, todo es reemplazado. Todos se ríen del otro sin mirarse a sí mismos. Ni siquiera hay respeto por la palabra comprometida. Sólo el dinero importa. Escucho sobre crímenes todo el día. ¡Dejaré este mundo sin sentirme triste por ello!”. Tómala barbón, reflexionó el venenoso cuando se dio cuenta que casi coincide con este gran personaje de apenas 88 años: Delon nació en Sceaux, Francia, el 8 de noviembre de 1935, bajo el signo de Escorpio.

Luego de esta contundente declaración, los hijos del histrión aclararon que las palabras de su padre habían sido sacadas de contexto y todo se debía a la manipulación de su actual pareja, quien, aseguran, lo mantiene aislado de su familia. Así va el culebrón hasta ahora, pero el venenoso, seguidor del actor galo desde la cinta Rocco y sus hermanos (1960), donde lo dirigió Visconti, y fan de hueso colorado de la cinta A pleno Sol (también de 1960), la primera basada en la serie de novelas de Mr. Ripley (escritas por Patricia Highsmith), no duda ni un instante que esas tajantes afirmaciones son del mismo Alain Delon que conoció en el cine. Y, a la vez, se pregunta sobre su voluntad de terminar con su vida por decisión propia. ¿Puede ser la eutanasia una forma de suicidio?

La pregunta lleva al alacrán hasta Ramón Sampedro. El marinero español tetrapléjico desde su temprana juventud, quien luchó por años hasta lograr finalmente su derecho a la eutanasia. La vida de Sampedro fue capturada con honestidad y arte por Alejandro Amenábar en la cinta Mar adentro (2004), donde Javier Bardem se ganó un merecido premio Goya y también un adelantado Óscar, que los gringos apenas le darían años después por la cinta Sin lugar para los viejos, dirigida por los hermanos Cohen. Sampedro fue un tipo lúcido y claro y siempre demandó su derecho a morir por voluntad propia, pues no quería vivir la “no-vida” de su paralizado estado físico. La lucha contra las retrógradas Cortes españoles nuca tuvo solución favorable y siempre se le negó el derecho a llevar a cabo su propia muerte. Finalmente, más o menos asistido por una mujer cercana a él, pudo realizar su último deseo: morir en paz por su propia mano.

¿Qué vemos cuando nos enfrentamos a una vejez deteriorada, como la de Delon, o cuando nos enfrentamos a la muerte, como Sampedro? El maestro Giuseppe Amara, reconocido psicoanalista, psiquiatra y escritor, indagó en este tema en un lúcido ensayo publicado postmortem en la Revista de la Universidad, en noviembre de 2023, cuando el célebre profesor había ya fallecido en febrero del 2022, a los 82 años. El texto, titulado “Experiencias cercanas a la muerte”, revela que, a pesar de todo, hay poesía en el psicoanálisis y viceversa: revísese entonces la entrada a su ensayo:

“Siempre se ha dicho que el hombre ante la muerte ve desfilar escenas de su vida. Esta experiencia, que se ha denominado ‘visión panorámica de la vida’, merece una atención digna de los más profundos enigmas de la existencia humana. Todo lo que se ha vivido se revela desde el primer respiro. No solo seres y cosas que en su tiempo se presenciaron, sino todo lo que se hallaba en torno a lo vivido, incluso lo que aparentemente no se observó en su momento y permaneció largamente olvidado. Se revive la vida, sí, pero al mismo tiempo se explora y comprende su significado y su verdad mediante un aprendizaje interactivo, profundo y enriquecedor”.

La vejez no hace escépticos y nos cansa. Ya no tenemos ánimo para reajustar nuestro conocimiento de la vida a las exigencias de una “vida sin sentido”, cono asevera Delon, pero entonces, ¿qué esperamos? Continúa Amara: “La noción del juicio en el umbral de la muerte, como todos sabemos, es de origen milenario y resulta ser un común denominador de las experiencias agónicas en todas las culturas. (…) …por todos es temido el momento de la verdad al revisar lo que se ha vivido. En lo que concierne a experiencias de Occidente, ¿se trata de un juicio escarnecedor, el pretexto para una irremediable condena, el motivo del más definitivo castigo? Según parece, quien se auto juzga no sufre más que en sí mismo y por sí mismo las consecuencias de su juicio…”.

Sampedro quiere dejar un mundo que no puede disfrutar por su deterioro físico, por la incapacidad de vivirlo a plenitud, pero, sobre todo, hay una carga sobre los demás, sobre quienes lo atienden y lo cuidan que ya no quiere permitirse ni tolerar. ¿Qué hacer cuando sólo somos una carga para quienes nos procuran y cuidan? Delon quiere dejar un mundo que lo tiene harto y al cual ya no comprende ni le interesa hacerlo. Ambos personajes enfrentarán la muerte y examinan su vida, como escribió Amara. Y si la muerte nos iguala, no es lo mismo morir asistido en una clínica suiza que morir como se las pudo arreglar Sampedro en España. Parece que la muerte, o las formas de morir, no son las mismas, aunque la muerte sea la misma para todos.

 
 

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