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Mientras escribo esta columna y usted la lee, como la semana pasada, niños, mujeres y hombres palestinos siguen siendo asesinados. Civiles están siendo detenidos ilegalmente, tomados como prisioneros y siendo torturados por las tropas israelís que están ocupando la Franja de Gaza. Cientos de hombres están siendo desnudados, maniatados y vendados de los ojos. Los soldados israelís los obligan a caminar en medio del frío, con apenas su ropa interior, en fila, hacia lugares que se desconocen. Los videos que circulan documentan el horror que los palestinos están sufriendo, en total violación de todas las convenciones de la guerra. Médicos secuestrados han sido reconocidos en los videos, negociantes, personas que sencillamente estaban refugiándose están siendo detenidos y presentados como si fueran de Hamas, sin serlo. Después de su detención, arbitraria, algunos han sido liberados, malheridos por la tortura, con números pintados en sus manos: así, como los nazis, los marcan. Es evidente que Israel ha decidido, ahora, detener indiscriminadamente a cuanto civil encuentre y someterlo a torturas y tratos degradantes. Se saben totalmente impunes, querido lector. Pueden hacer lo que quieran sobre la vida de esos seres humanos porque están apoyados por Estados Unidos y porque creen (lo han dicho varios miembros del gobierno) que ellos son superiores y que los palestinos son “animales humanos”. Sí, leyó bien. Eso han dicho. Netanyahu, directamente refirió un paraje religioso para justificar la aniquilación de niños y mujeres. No es extraño, pues, que lleven a cabo el genocidio sin ningún tipo de vergüenza, ni intención de ocultarlo. Eso es, quizás, lo que los distingue entre los genocidas. Los nazis ocultaron sus crímenes, los sionistas, no. Su locura violenta es pública e impune. No solo los matan con bombas, ahora los matan con balas disparadas desde tierra, por soldados. Los están matando también de hambre, de sed, y por la falta de insumos médicos. Muchos niños y mujeres, están enfermándose. El nuevo horror es el que están cometiendo en tierra contra los civiles, sin consecuencia alguna. No, el mundo no los detiene. Los países han permitido que este horror continúe, la ONU no sirve para nada, aunque Antonio Guterres, el Secretario General, intentó que el Consejo de Seguridad mandatara un alto al fuego. Estados Unidos vetó la resolución… Votaron otra, en el Consejo General, que se ganó pero que no es vinculante, aunque ahora sabemos que la mayoría de los países miembros están en contra de que Israel continúe con el genocidio. No sirve para nada. Las bombas siguen cayendo, los soldados asesinando civiles. Lo único que tienen los palestinos es la tecnología gracias a la cual han podido decirle al mundo lo que están sufriendo, y la solidaridad de gente de a pie, de todos los países, incluida la comunidad de judíos ortodoxos antisionistas, dentro y fuera de Israel. El músico Residente lo dice en un video, lo dice Roger Waters, de la legendaria banda Pink Floyd, lo dice la actriz Cynthia Nixon, en otro. Nadie que vea las atrocidades puede seguir con su vida, fingiendo que no están ocurriendo. Por eso, querido lector, escribo sobre Gaza, nuevamente. ¿De qué otra cosa podría hablar cuando el crimen más sangriento se está cometiendo frente a las pantallas de todos? Eso me preguntaba hace unas semanas. Eso me pregunto ahora. Claro, hay muchas cosas que podrían comentarse, sucediendo en nuestro país. Pero es importante no quitar la vista de las víctimas del genocidio cometido por Israel, porque continúa de manera implacable. Es importante que la gente conozca las indecibles atrocidades que está sufriendo la población de Gaza, de la obscenidad e inmoralidad de Israel, que debería ser juzgado en la Corte Penal Internacional, junto con Estados Unidos. Esencialmente, querido lector, porque los palestinos no son animales. No son subhumanos. Es penosísimo e indigno y llena de rabia tener que escribirlo, pero es evidente que así los están tratando. Como si no tuvieran derechos humanos, como si sus vidas y su sufrimiento fueran distintos del resto de la población mundial. Todo, por un gobierno psicópata de asesinos que lleva semanas asesinando niños y bebés, mutilándolos, dejándolos huérfanos y heridos por el resto de sus vidas, para robarles su tierra, expandir sus fronteras. No aceptar semejante barbaridad significa que sus vidas y su sufrimiento importan, importan tanto como para escribir sistemáticamente sobre ellos, sobre las injusticias que están padeciendo, en estos precisos momentos. Los palestinos no solo tienen derecho a la vida, también tienen derecho a tener un país y a ser libres, como nosotros, los mexicanos. La ocupación y el control israelí sobre el territorio y la vida de los palestinos, dentro y fuera de Gaza, es criminal y debe terminarse. No habrá paz donde la injusticia barbárica impera, aunque Netanyahu crea que someterlos a una guerra genocida eliminará su resistencia. Por eso, porque Netanyahu y su imperio del terror se equivoca, hay que hablar de los palestinos, porque importan. Importa la vida de las familias refugiadas que estaban en la escuela Shadia Abu Ghazala, en el norte de Gaza, que fue tomada por los soldados israelís. La cadena Al Jazeera ha documentado que sus familiares, tras irlos a buscar, encontraron sus cuerpos, en los salones, ejecutados. Testigos contaron que los soldados israelís entraron, se llevaron a todos los hombres, entraron después a los salones y les dispararon a todas las mujeres y niños que allí se encontraban. Asesinaron familias completas: madre, hijos y sobrinos, bebés, incluso. Un crimen atroz, obsceno. os cuerpos de una mujer, y sus dos hijos adolescentes, yacen en una calle, abandonados, testimonia otra fotografía. El médico gazatí Abu Sitta ofreció un relato ayer, desgarrador, en el Parlamento inglés, de su experiencia trabajando como cirujano en las últimas semanas en Gaza. Reproduzco a continuación la narración de la audiencia que hizo el parlamentario Andy McDonald en twitter: “En una sola noche, el doctor llevó a cabo seis amputaciones en niños. Debido al bloqueo israelí de insumos médicos, tuvo que usar una mezcla de vinagre y detergente para lavar las heridas, y esterilizarlas. Sin morfina, tuvo que usar paracetamol. El profesor Sitta contó sobre los aterradores gritos de una jovencita a la que una bomba israelí le destruyó las piernas, por lo que tuvo que limpiar sus heridas con esa mezcla, sin analgésicos, para evitar la sepsis. Después del atentado con bomba en el hospital Al Ahli, caminó por el patio del hospital donde asesinaron a cientos de personas que allí se habían refugiado. Para evitar que los sobrevivientes que perdieron miembros se desangraran, tuvo que atar sus miembros con cinturones y telas. El doctor vio evidencia de partículas de fósforo blanco que habían penetrado en la piel de las víctimas de las bombas, causando un dolor inimaginable. El uso de fósforo blanco como arma incendiaria en un entorno civil constituye una violación del derecho internacional humanitario. El profesor Abus Sitta también habló de francotiradores israelís que mataron a médicos palestinos mientras atendían heridos y moribundos en hospitales de Gaza. Esas acciones por parte del ejército israelí son crímenes de guerra flagrantes.” Dígame, querido lector, si tras conocer estos hechos, uno puede escribir sobre otra cosa. No, yo no puedo, y como le decía la semana pasada, hay que permanecer humano, exigir un alto al fuego inmediato y la salida del ejército de Israel de Gaza para que ingrese la ayuda humanitaria. Nosotros, a diferencia de los palestinos, podemos hacerlo. El infierno que no cesa - SinEmbargo MX
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