La semana pasada comenté que es muy elevado el número de legisladores federales y locales y presidentes municipales que han anunciado el propósito de buscar la reelección en el cargo que hasta hoy desempeñan. No sé todavía de un caso de que el propósito de reelegirse les haya nacido porque a las puertas de sus oficinas se hacen bola centenares de ciudadanos a rogarles que se echen otros tres años dedicados a cobrar sus cheques quincenales. Lucharán para seguir con el hueso porque ellos mismos, los alcaldes, diputados y senadores, creen que lo han hecho bien.

Comprendo el argumento principal de los que simpatizan con la reelegibilidad: que si el funcionario realizó muy bien su chamba, merece repetir. Pero no creo que sin esos repetidores se vayan a ir a pique las comunidades que gobiernan y estoy seguro de que es posible encontrar otros hombres y mujeres que pueden igualar y aún superar la labor del que se irá.

Hay que recordar que la ley permitía votar otra vez al presidente municipal o diputado que lo hubiera hecho bien, siempre que hubieran pasado tres o más años entre su primer periodo y su segundo intento. Además, siempre es saludable, en términos de civismo, recibir a ciudadanos que por primera ocasión y con nuevas ideas, y sin las mañas de los repetidores, se incorporan al servicio público.

Dedico unas líneas a los senadores porque en cuanto a ellos, mi negativa a la reelección es absoluta. Llevan seis años vegetando en la Cámara y aspiran a seis más. Es un tiempo excesivo.

En lo personal, no votaré por los que quieren repetir en el hueso. Cuando llegue el momento analizaré los rostros nuevos de todos los partidos.