Sergio García Ramírez murió en la Ciudad de México. Fue un servidor público modelo, un autor prolífico de textos de Derecho, un ciudadano sin tacha. Fue subsecretario de Educación y de Gobernación y en esta etapa de su carrera, en el sexenio del presidente Echeverría, tuve la fortuna de conocerlo. Y además quedé a sus órdenes pues yo era entonces jefe del Departamento de Menores Infractores.

Desempeñó con rectitud y sapiencia los más diversos cargos públicos que por su gran número no mencionaré aquí, aunque sería imperdonable que pasara por alto la Secretaría del Trabajo y la Procuraduría General de Justicia. Fue huésped de la Universidad de Sonora, adonde vino a dictar conferencias en las que mostró sus dotes de maestro. Fue presidente de la Academia Mexicana de Ciencias Penales y del Centro Mexicano de Escritores.

Su vida entera estuvo ligada a su alma máter, la UNAM, de la que fue investigador y si no me equivoco, maestro emérito.

Descanse en paz, don Sergio.

LA CORRUPCIÓN SIGUE VIVA

Reconocemos que el presidente López Obrador ha hecho esfuerzos sin cuento para combatir la corrupción. Pero hay que reconocer también que no la ha extirpado por completo. Se necesitan muchos, muchos, muchos años no para eliminarla, al menos para reducirla de manera considerable.

“La Jornada”, que no forma parte de la prensa que critica a AMLO de manera ciega y enfermiza, ha publicado un reportaje con información clara y completa (de autora que ha estado siempre en el seno de la 4T) sobre el manoseo cínico de millones de pesos de funcionarios de la Secretaría del Trabajo. Todavía no se ha dado a conocer la posición que tomará al respecto el Presidente

Lo que ahora importa es que los funcionarios que tienen la obligación de combatir la corrupción, y los que vendrán el sexenio próximo, no cesen de cuidarles las manos y las mañas a sus compañeros aunque sean camaradas de partido y cuates muy queridos. Los ciudadanos somos desconfiados y así seguiremos.