Me parece estupendo que mis coterráneos cajemenses hayan decidido trabajar, en serio, en conservar los viejos edificios de la ciudad. Se trata, se dijo, de salvar nuestra identidad, argumento hermoso y certero que no sonará convincente para quienes no tengan claro qué es la identidad. Yo preferiría decir a la gente que los edificios viejos atesoran recuerdos y alimentan nostalgias (“ahí trabajó mi abuelo”, “de chamaco viví en la acera de enfrente”), y son y serán puntos de referencia para los visitantes y para los obregonenses que vuelven al terruño luego de muchos años de ausencia.
Yo nací en la calle Veracruz hace casi 90 años, frente a la Plaza 18 de Marzo a la que le cambiaron el nombre, igual que a la Plaza Morelos, a quien hizo a un lado el general Obregón cuando llegó ahí montado en brioso caballo. Cursé dos años de primaria en la Escuela Carlos M. Calleja, tres en el Centro Escolar Cajeme y uno en la Escuela Fernando F. Dworak. Los tres edificios fueron demolidos.
Con la Cajeme desaparecieron el Estadio Álvaro Obregón y el edificio de la Secundaria José Rafael Campoy y luego sede del Instituto de Estudios Superiores, padre del ITSON, y para el ITSON actual fueron todos esos terrenos. La piqueta se accionó en nombre del progreso, pero fue inevitable que además de partir los muros hiriera los recuerdos.
El reportaje alusivo al salvamento de los edificios viejos habla del que estaba en la esquina de Guerrero y Sinaloa ocupado por la Secundaria que dirigía el profesor Lázaro Mercado. El Imparcial reprodujo el reportaje con notable errata: dice que el director del plantel era el “profesor Lázaro Cárdenas”,
Además no estaba en la esquina citada sino en Guerrero y un callejón a su costado cuyo nombre no recuerdo pero que tal vez corresponde al que luego fue llamado República de Argentina. En Guerrero y Sinaloa no estaba el correo sino la oficina del Telégrafos. Lo afirmo porque hice primero y segundo de Secundaria en el inmueble en cuestión.
El reportaje me ha llenado de inquietudes. ¿Queda algo de los talleres de la Compañía Richardson (luego Irrigadora del Yaqui) donde trabajaba mi padre? ¿Y los silos (si necesitan información, busquen mi libro “El arquitecto”)? ¿Existe aún el salón de actos de la Unión Cajeme, en donde se presentaron tantos eventos culturales? ¡Ya me alborotaron los recuerdos!