No podemos quejarnos los columnistas de que Manlio Fabio Beltrones, aunque candidato de un frente desnutrido, no nos dé materia de comentario. Resulta que mientras él tiene prácticamente un asiento en el Senado por la vía plurinominal, su hija Sylvana, fogueada ya en el ambiente de la Cámara Alta, va que vuela para lograr por la misma vía, una curul en la Cámara Baja. Como que se prepara, creo, para ser candidata a gobernadora en fecha no lejana.

Ni padre ni hija tendrán dificultades para informarse de lo que sucede en la otra Cámara, porque cada uno contará con un espía (en el sentido amplio de la palabra) para enterarse de lo que se dice o se trama en esa otra Cámara. ¡Qué bonita familia!

Beltrones maneja con especial cuidado sus declaraciones, consciente de que en los dos bandos que se disputan la Presidencia están pendientes de lo que dice (los dos bandos son: los buenos y los malos). La última de ellas fue para advertir a los tres partidos del frente que la alianza debe ir más allá de las urnas, que ha de funcionar también en el ejercicio del poder. Vamos a gobernar juntos, les dijo.

No puede negarse que la frase sugiere cierto optimismo romántico.

LA EXISTENCIA DE DIOS

Ayer que bordé un comentario sobre la rueda de prensa que ofreció el gobernador acerca de las excelentes perspectivas de Sonora en el foro internacional de Davos, se me pasó un aspecto de singular interés, aunque no relacionado con ese foro.

Con justificado gusto, se refirió el mandatario a la abundante precipitación pluvial del martes, y que sintetizó así: “Siempre que llueve creo que Dios existe”.

El problema de creyentes y ateos (más los agnósticos, que se lavan las manos con tal palabreja) ha girado siempre en torno a esa cuestión. Santo Tomás y San Agustín, Kierkegard y otras docenas de filósofos han dado al mundo definiciones y teorías, a las que se añade ahora la orientación del gobernador de Sonora: haced que llueva para que se multiplique el número de los que creen.

LUCTUOSA

Dedico un pensamiento de afecto a Daniel Camacho Higuera, mejor conocido como “El abuelo cuentacuentos”, que acaba de fallecer. Fue un vendedor entusiasta de buenos libros y cobró popularidad contando cuentos a los niños. Los relatos de su cosecha los publicó en un volumen, como miembro de Escritores Sonorenses A. C. Un abrazo fraternal para sus familiares