De repente los records ofensivos de la NBA empezaron a desplomarse, en especial los que marcan las máximas anotaciones de un jugador en un partido. En pocos días varios atacantes alcanzaron su tope en puntos anotados. Aunque lejos aún de los 100 puntos que marcó Wilt Chamberlain en 1962 y de los 81 puntos de Kobe Bryant en el 2006.
Este rendimiento de los pívots actuales no podría entenderse sin las nuevas reglas impuestas por la NBA para hacer más espectacular un deporte que ya de por sí es muy espectacular. Dichas reglas han limitado la actuación de los defensivos con sanciones por simples roces o movimientos que antes no eran tomados en cuenta.
Aquí sucede algo similar con lo ocurrido hace algunas décadas en el besibol, deporte donde el jonrón es una de las jugadas más espectaculares. Para incrementar las emociones del público se puso en juego una pelota más volátil que las anteriores, así cualquier batazo que en otros tiempos alcanzaba las profundidades de los jardines, con la nueva pelota rebasó los jardines y traspasó las bardas.
Pronto el juego defensivo, que es esencial para emoción beisbolera, empezó a caer y los bateadores se hincharon de récords y billetes, hasta que alguien puso un alto y la pelota supervolátil fue sacada del juego. Nada debía alterar la esencia de un deporte tan bello donde defensiva y ofensiva son equivalentes.
Ahora está ocurriendo algo similar en el basketbol. De repente las defensas se han vuelto más vulnerables y el ritmo del juego pierde equilibrio. Como ya se ha señalado, con las reglas actuales que limitan al jugador defensivo, Michael Jorgan anotaría 80 puntos o más por juego.
Los directivos de la NBA deberá revisar esto y regresar al equilibrio anterior de ofensivo y defensiva, o el basket dejará de ser el bello y espectacular deporte que hasta ahora habíamos conocido.