Mario Aburto asesinó a Luis Donaldo Colosio hace 30 años. Nos inundó entonces un intenso sentimiento de vergüenza e indignación que nos hizo desear la instantánea reimplantación de la pena de muerte para borrar del mapa al homicida. Circularon fantasías que el pueblo repitió con ingenuidad y que aún ahora tienen seguidores, como el cuento de que Aburto, el que ha estado tres décadas en la cárcel, no fue el asesino sino uno que sustituyó al verdadero victimario. ¿Por qué? El que da crédito a una estupidez no pregunta razones, simplemente la admite para repetirla.
Hace ocho o diez años, al cumplir el recluso dos tercios de la sentencia, se le otorgó la libertad por haber llevado buena conducta, pero no le duró mucho el gusto porque Miguel Ángel Granados Chapas protestó contra la medida a la que se dio enérgica reversa.
Aunque nos duela, la sentencia está cumplida y los recursos que se improvisan para evitar que salga de prisión obedecen a motivos sentimentales que no se sostienen ante la realidad del Derecho. Los jueces están obligados a devolverle la libertad, y la Fiscalía General a protegerlo el tiempo que sea necesario para que no sea objeto de venganzas, como seguramente ocurriría.
EL CLERO METICHE
La iglesia no resiste la tentación de inmiscuirse en asuntos que no le corresponden. ¿Por qué han de presentarse los candidatos a la Presidencia ante las autoridades eclesiásticas para firmar un documento titulado “Estrategias de Políticas para la Paz?
¿Estarán arzobispos, obispos y sacerdotes vigilando a la Presidenta, sea quien fuere, para que cumpla las propuestas que contiene ese documento? ¿Cómo se le sancionará si falla? ¿La regañarán? ¿La condenarán a que rece cada semana dos mil padrenuestros y tres mil credos?
La Constitución General y las leyes reglamentarias ordenan con claridad lo que los gobernantes deben hacer en todas las materias, incluso evitar que los ministros de cualquier doctrina metan su cuchara en asuntos civiles.
Uno comprende que los candidatos, sobre todo los que no tienen posibilidades de ganar, acudan a firmar para que los creyentes les den su voto, pero la historia nos ha dado muchas lecciones al respecto. Es una tontería actuar como si estuviéramos en el Siglo XIX. Hay que recordar que marzo es el mes del benemérito Benito Juárez
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