Con motivo de la seria amenaza de quedarnos sin agua para beber, la prensa local buscó gente que recuerda el pasado de la presa Abelardo L. Rodríguez, construida por el gobernador de ese nombre. Lo hizo contra la opinión de los técnicos que no consideraban adecuada la ubicación escogida. Pero este ex Presidente de la República se había doctorado en construcción de presas cuando fue gobernador del Territorio de Baja California.
El tiempo demostró, antes de mucho tiempo, que tuvo la razón pues no sólo ha sido la presa un factor de regulación de las avenidas en tiempo de fuertes lluvias, sino también de almacenamiento para épocas de sequía.
Fue inaugurada por el presidente Miguel Alemán el 6 de abril de 1948. Estamos a un paso de conmemorar el aniversario 76 de la obra, que por cierto no fue entonces la única presa de excepcional importancia, pues al mismo tiempo el general prestó a la Federación su concurso para llevar a término la presa del Oviáchic, hoy presa Álvaro Obregón.
La información sobre el estado lamentable actual de la presa viene en “El Imparcial” y en la misma edición se reseña el cambio de directivos en la Fundación Esposos Rodríguez creada en aquel sexenio, con recursos aportados por el general de su propio peculio.
El nuevo presidente de la institución es el señor Delfín Ruibal Zaragoza, que sustituye al contador público Jorge Landgrave Gándara. El secretario Martín Gándara Camou y el tesorero Enrique Rubio Guerrero fueron ratificados en sus cargos.
Entre los miles de estudiantes que han hecho carrera profesional gracias a las becas de la Fundación, recojo en un libro los nombres de Delfino Ruibal Corella y Fernando Landgrave Gándara. Ese libro es la biografía del general titulada “Aquel hombre: Abelardo L. Rodríguez, La Fundación me contrató, por conducto del ingeniero Armando Hopkins Durazo (DEP) para que la escribiera en 1985, cuando el arquitecto Gustavo F. Aguilar era el presidente del Patronato.
Pasaron diez años para que se publicara, pero los astros se alinearon en 1997, año en que terminaría mis funciones como director general del Instituto Sonorense de Cultura. Antes de marcharme tuve el honor adicional de ordenar la publicación de la obra, de la que mandé 500 ejemplares a la Fundación por concepto de derechos de autor.
Lo cuento para el caso de que haya investigadores interesados en conocer esta etapa de la historia del desarrollo de Sonora.
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