Los Ășltimos meses, amargos para todo Presidente
Carlos MONCADA OCHOA
Lunes 20 de Mayo de 2024

Se ha dicho que Adolfo López Mateos fue el último Presidente en verdad popular y que gozó de la popularidad. La puso a prueba en una corrida de toros y en una función de box, cuyos públicos a nadie perdonan un grito ingenioso y choteador, que en el caso de don Adolfo fue una ovación intensa y cariñosa.

La vida, sin embargo, le estaba cobrando desde meses atrás el cierre del sexenio. Lo agobiaba una migraña terrible que los médicos paliaban con drogas y que se manifestó en su plenitud en cuanto el mandatario entregó a su sucesor. Su último año de vida (y unos meses más) no fueron para recordar su brillante trayectoria porque no volvió a recuperar nunca la facultad del recuerdo. Vida vegetativa hasta la muerte.

Gustavo Díaz Ordaz quedó marcado hasta la tumba y después de la tumba por la masacre de Tlatelolco. El odio que le profesaban los estudiantes fue utilizado por su sucesor Luis Echeverría para presentarse como amigo de las juventudes; a la postre la piedra que le abrió la frente le anunció que había fracasado. En los últimos meses de su gobierno se volvió deporte nacional la invención y distribución de anécdotas en las que se le pintaba como político limitado de entendederas; no se salvó doña María Esther porque en las recepciones en el Palacio de Gobierno, se contaba, en lugar de coñac y whisky servía aguas frescas de tamarindo y cebada.

José López Portillo fue recibido como mensajero de la esperanza pero sólo hasta que tuvo el desacierto de prometer que defendería a nuestro Peso no como un león o un tigre, sino como perro. Además, aportó su imagen de galán viejo y calvo. En los últimos meses le llovieron las críticas por el desastre económico. Él se atrevió a publicar un cuadrito anónimo en la prensa con esta pregunta: “¿Tú también, Luis?”

En fin, Miguel de la Madrid salió con el chiste de la renovación moral, nos mataron a Luis Donaldo Colosio y se extinguió la estrella de Carlos Salinas. De hecho, pareció que Ernesto Zedillo se sintió aliviado al entregar el país a dos panistas, los peores de ese partido.

Ahora Andrés Manuel López Obrador llega en los últimos meses de su gobierno a la tradición de vivirlos con la amargura de que sus logros no son suficientemente reconocidos. Una mujer que desconoce el arte de gobernar, Xóchitl Gálvez, se llena la boca de calumnias y dislates y ataca todo, sin conciencia de lo que dice. Habla en nombre de Vicente Fox, con s misma insensatez. Se pone en ridículo sin darse cuenta.

Pero queda pendiente el juicio de la historia, señor Presidente.

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