Paul Pérez, ajedrecista, desaparecido en Sinaloa, exigimos su aparición inmediata.
“Claudia ganó, por lo que no se le debe regatear que haya ganado, ¡se debe honrar la palabra!”, afirmaba contundente Gerardo Fernández Noroña ante quienes habían participado en la contienda interna de Morena y aliados, con excepción de Marcelo Ebrard, quien se negaba aceptar que no le cumpliera López Obrador una promesa sucesoria de 2012.
A la vista de todos, Fernández Noroña era el más firme defensor de ese triunfo que luego se refrendaría en la elección presidencial constitucional y en esa lógica habría de traducirse en consideraciones políticas.
Ahora, aquellas palabras de reconocimiento exaltado no parecen tener eco en las decisiones que toman el Presidente López Obrador y la virtual Presidenta electa de México.
Hay un repliegue estratégico del grupo compacto de Morena proveniente del PRI y eso se expresa tanto en designaciones del futuro Gabinete si no, también, en el ámbito político con la designación de Ricardo Monreal como presidente de la Cámara de Diputados y Adán Augusto López en la Cámara de Senadores.
O sea, pensar, que los acuerdos de campaña son inamovibles o, como lo reclama el propio Fernández Noroña, como una falta de “respeto a los acuerdos” o un problema de ética política y compañerismo, está bien, para un bisoño, pero no para un político, como Fernández Noroña que sabe el ABC de la política y cómo decide López Obrador.
Quizá, es su temperamento, que no se calla nada, de manera que sale y reparte culpas o, quizá, busca mediante el ruido mediático elevar el listón en una eventual negociación con Claudia Sheinbaum que no, con Andrés Manuel quien ha dicho, palabras más, palabras menos, corrigiéndose “el acuerdo de reparto de posiciones legislativas era con los aspirantes de Morena, no con los del PT y Verde”. Y para él, que es mucho, asunto cerrado.
Fernández Noroña tiene una senaduría pluri en la bolsa, pero no le basta para su ambición política, siente el filo de la traición y más duro, cuando viene nuevamente del “compañero Presidente” y refrenda el dicho la propia Claudia Sheinbaum, que mantiene una rigurosa equidistancia verbal con el todavía Presidente.
Y es que Fernández Noroña es de los exaspirantes presidenciales quien, paradójicamente, más se parece políticamente a López Obrador en discurso, empatía, garra y pueblo, por lo que aspira legítimamente a un cargo de primer nivel capaz de permitirle hacer política en perspectiva de 2030, aunque, difícilmente, habrá espacio en el futuro para un perfil como el que fue López Obrador y basta ver, quienes, han sido designados para ocupar cargos políticos y administrativos en el siguiente Gobierno.
Ante esto, ha trascendido que el todavía Diputado federal pudiera renunciar a la pluri del Senado para irse hacer política de tierra, recorriendo el país, llevando el mensaje de la “izquierda verdadera”.
En caso de hacerlo sería una jugada de alto riesgo, pues el grupo hegemónico de expriistas seguramente terminaría por marginarlo dado el control del relato justiciero de la 4T, por lo que, al menos, en los primeros años del siguiente Gobierno, no queda duda, de que hará política marginal desde el Senado de la República.
Y es que no le dieron la coordinación del Senado porque ya está entregada al paisano López Hernández y sólo, le queda, pedir una Secretaría de Estado que le permita contar con recursos públicos suficientes para recorrer el país con miras al 2030, pero, para eso, necesita fuerza, que hoy no se le ve.
Esa decisión la deberá tomar Claudia Sheinbaum con un reojo a Palacio Nacional y haciendo su propio cálculo político, por lo que le podría representar tener en el Gabinete a un activista político de tiempo completo.
Claudia Sheinbaum, con una sonrisa, ha dicho esta semana que Fernández Noroña es muy querido por la gente, pero, quizá, en su foro interno, piensa que este es una suerte de jarrón chino que todo mundo quiere tener; sin embargo, por los riesgos y fragilidad que conlleva, siempre asaltará la duda de dónde ponerlo.
Y, por eso, la virtual Presidenta electa le echa flores y destaca sus virtudes de luchador social y político, su garra de tribuno, pero patea el bote de la decisión hacia adelante cuando afirma que “hablara con él en su momento”.
Y es que debe estar agradecida y buscará conciliar la ambición de este político hiperactivo con la necesidad de control político que tiene todo Presidente, que, dicho de paso, estará atenuado de quien dice que solo, si solo, volverá a la función pública si el país es “invadido o entra en guerra”.
Un simpatizante de Fernández Noroña le recomendaba en un tuit que si a éste no le satisfacía lo que tiene o lo que le podrían ofrecer, debería ser radical y hacer una campaña como la que realizó López Obrador a lo largo de doce años llevando el discurso de su concepción de izquierda -bolivariana- por todos los rincones del país.
Sería lo congruente por su trayectoria política, sólo que esa postura inevitablemente lo llevaría tarde que temprano a confrontarse con el oficialismo.
Y es que con una oposición débil su discurso de confrontación no irá más allá de lo dicho hasta ahora, esto es, la crítica al neoliberalismo y el calderonismo.
No le quedaría de otra que ir a la crítica de la hegemonía de los expriistas en la 4T y ahí tiene un problema, cuando ha exaltado reiteradamente al “compañero Presidente López Obrador” y reivindicado históricamente al “patriota Manuel Bartlett”.
Claro, en estos tiempos que no se cumplen los acuerdos se dirá que es retórica pasajera y que lo sustantivo es otra cosa, lo que empata con la historia nacional, la solución de los grandes problemas y la atención de los mexicanos más desfavorecidos y vulnerables.
En definitiva, el camino de la transformación está plagado de palabras grandilocuentes y generosas que no parecen tener las reacciones esperadas y de allí la frustración de un personaje de leyenda como Fernández Noroña.