Desde antes de iniciar la Copa América ya se sabía que el representativo mexicano no tenía grandes posibilidades de tener una actuación sobresaliente.
Lo mostrado en los partidos de preparación demostraban que ésta es una de las peores selecciones de futbol que hemos tenido en años recientes. Y esto ya es mucho decir porque nunca hemos sido una potencia sino todo lo contrario.
En resumen, las expectativas reales que se tenían eran la de resultados mediocres, negativos, y en este sentido el Tri cumplió con esas expectativas.
Por tratarse de un deporte tan popular y que deja tanto dinero a sus propietarios, léase federativos y dueños de equipos, además de empresas televisivas, siempre se vende la idea de que podemos aspirar a buenos resultados en los torneos más importantes.
La realidad una y otra vez ha sido lo contrario.
Ahora hay que inyectar la ilusión de un gran desempeño del Tricolor en la próxima Copa del Mundo, porque seremos país anfitrión. Así nos mantendrán con esa ilusión hasta que llegue el torneo y estemos ansiosos no por ganarlo o ser finalistas, ni siquiera semifinalistas o de los primeros ocho equipos.
La única ilusión será jugar un quinto partido. Vaya grandeza.