Después del fracaso de la selección mexicana en la Copa América, los ojos de críticos, aficionados y colados se centraron en el entrenador Jimmy Lozano. Ojos afilados como dagas que pretendían lincharlo, si hubieran podido hacerlo lo harían.

Esta es una actitud recurrente. En los múltiples fracasos del futbol mexicano a nivel selección, el entrenador en turno es siempre el villano, el que no supo aplicar la estrategia adecuada para llevar al glorioso tricolor por la senda del triunfo.

El caso más reciente es el del Tata Martino, quien cobró varios millones de dólares para obtener un resultado poco menos que mediocre en el pasado campeonato mundial, el de Qatar. Y así podríamos citar cada uno de los casos anteriores de directores técnicos que no dan más allá del cuarto partido y el quinto sigue siendo un mito del deporte nacional.

Jimmy Lozano ha hecho lo que puede con una generación de futbolistas que no tiene estrellas ni prospectos como para esperar grandes cosas de ellos.

Revise usted las alineaciones de otros equipos nacionales, están plagados de jugadores que participan con los mejores equipos de Europa y de nuestro continente. 

Las selecciones más modestas, como la de Venezuela y Panamá, tienen como se dice comúnmente "hambre de trascender, ser vistos y subir al siguiente nivel". Pero la mayoría si bien les va apenas son contratados por equipos de la liga mexicana, hasta allí.

Y acá nosotros seguimos haciendo idolazos a muchachos que llegan a equipos europeos donde no trascienden, no se convierten en la estrella que alguna vez fue Hugo Sánchez, y dicho esto con respeto para los sonorenses Johan Vázquez y César Montes, lo mejorcito que tiene el tricolor actualmente.