Aquí estoy
Gustavo Alfredo Mosqueira Rojo
Martes 16 de Julio de 2024

“y retiemble en su centro la tierra 

al sonoro rugir del amor” 

M.L. 

 

¡Mamáaa… aquí estoy! -grita Isabela al llegar a casa, así han sido las ultimas madrugadas; pero María Esperanza no escucha a su hija, el agotamiento la aísla en un sueño profundo. 

Antes del amanecer, corre un viento fresco, aromas diferentes limpian el campo. Inician las labores diarias con ánimo de ilusión entre María Esperanza y sus compañeras. 

El dolor de espalda y las llagas en las manos desaparecen ante el coraje y la amargura. 

Entre rabiosas palas y picos, como dientes hambrientos, la Tierra se abre. 

El sol frente a los ojos dificulta distinguir un moño rosa, después piedras y polvo dan paso a la falda y blusa de Isabela. Las piernas incrédulas de María Esperanza se hincan, se arrastran; las manos temblorosas descubren el rostro de su hija. 

El resto de las compañeras abrazan fuerte a la madre para que no se la trague la Tierra. 

El sudor y las lágrimas no dejan ver; no quieren ver. Solo escuchan el pesado silencio del monte. 

El grupo de mujeres carga el cuerpo; derrotadas. Ese día logran una victoria más. Han encontrado lo que buscaban. 

 

¡Mamáaa…aquí estoy! -grita Isabela casi al amanecer. 

María Esperanza -ya sin llagas en las manos, ya sin agotamiento, ni dolor de espalda- abre los ojos, se pone en pie, enciende luces … no hay nadie. 

Allá afuera, la Tierra se desangra… las madres siguen cavando. 

 
 

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