Son contados los verdaderos ídolos deportivos de México en los últimos 50 años.
Julio César Chávez, Hugo Sáncbez, indiscutibles. Salvador Sánchez iba en ese camino pero murió demasiado joven, cuando apenas empezaba a construir su figura mítica. Ídolos en toda la dimensión de la palabra.
Y por encima de ellos, el más grande, Fernando Valenzuela. Quienes no vivieron la época de la Fernandomanía tal vez no entiendan porque ponemos al de Etchohuaquila como el más grande ídolo deportivo de los últimos 50 años en México.
Sí, en este período tan amplio hemos tenido grandes deportistas. El "Canelo" es uno de ellos, muy popular pero sin la talla de ídolo. "Checo" Pérez iba por buen camino, pero su automóvil se frenó. Medallistas olímpicos queridos y admirados hemos tenido también.
Ninguno de ellos, ni los futbolistas que la mercadotecnia televisiva nos quiere vender como lo máximo.
Nadie, ni Chávez ni Hugo, tan grande como el Gran Fernando, ese rollizo jugador que en 1980 - 1981 subía a la loma de pitcheo y paralizaba a medio México, incluyendo a muchos que no tenían interés en el beisbol.
Hoy a los 63 años de edad el Toro refleja en su físico el paso del tiempo, como ocurre a cualquier persona sin excepción. Pero tal vez por la inmensa admiración, idolatría, cariño que se le brindó una buena parte del público no admite que el rollizo 34 de los Dodgers haya envejecido.
Por eso dicen que los ídolos deben morir jóvenes para ser eso eternamente. Por fortuna no fue el caso de Julio César, Hugo y Fernando.
Y hoy, con sus años encima, no dejamos de admirar al más grande de los tres como la primera vez que lo vimos en la tele parado en la loma de pitcheo, levantando los brazos y la pierna derecha, con los ojos mirando al cielo. Siempre Fernando.