Un presidente polemista
Sergio Anaya
Miércoles 4 de Septiembre de 2024

Un rasgo sobresaliente en su estilo personal de gobernar define a AMLO como un hombre amante de las controversias, si no existen las inventa, aprovecha cualquier pretexto para polemizar, suele actuar más como el político de oposición que fue antes que comportarse como el Presidente que es.

Tal actitud genera críticas, pero también le deja dividendos. Es hábil en provocar al otro y llevarlo por donde él quiere. 

Seis años de gobierno nos dejaron controversias para rato donde se esgrimen razones válidas a favor y en contra. He aquí las más trascendentes: 

 

La imbatible corrupción

Es evidente que López Obrador no es un político corrupto, ávido de riquezas adquiridas a través de prestanombres (método de los políticos mexicanos). Su perfil es el de un hombre austero cuya única obsesión ha sido el poder político, no el económico. Con eso es suficiente. 

Sin embargo su intento de limpiar de corrupción a un sistema político sustentado en este mal y presumir de un gobierno químicamente puro, choca contra la realidad que envuelve no sólo a los "conservadores del pasado" sino también a muchos de los "liberales" contemporáneos. 

El Presidente y sus más cercanos colaboradores y amigos podrán ser incorruptibles, pero fuera de ese círculo es notorio cómo campea la corrupción y ya no digamos en el enriquecimiento ilícito sino también en prácticas institucionales de cualquier nivel. Un ejemplo inmediato, el acarreo de miles de personas cada vez que es necesario "mostrar músculo", como decimos los analistas cursis, o cuando debe apoyarse a un candidato oficial.

Dicho esto por no hablar de casos más escandalosos como el de Segalmex o el contratismo de mochadas y favores que se ha mantenido inalterable.

 

Política Mañanera

La creación de las conferencias "Mañaneras" fue una buena estrategia de comunicación y un ejercicio que parecía imposible hasta el 2018. Antes de ese año, era poco probable que un Señor Presidente de la República dialogara y debatiera con periodistas casi a diario. 

Para eso existían los boletines donde la voz y las actividades del Primer Mandatario eran difundidas por todos los medios sin modificar una coma o hacer un pequeño cuestionamiento a la Verdad Oficial.

Este sexenio periodistas modestos que antes no tenían derecho a dialogar en persona con el gobernante en turno, derecho reservado entonces a los grandes empresarios de medios, han tenido ahora la oportunidad no solo de dialogar sino de cuestionarlo en vivo y sin intermediarios.

Algunos dirán que es un derecho ganado gracias a la lucha de grandes defensores del Derecho a la Información, pero poco hubiera pasado sin la disposición del interlocutor que escucha y responde.

Tal virtud se vino abajo cada vez que López Obrador convirtió a la "Mañanera" en una tribuna para cobrar venganza de los grandes medios de comunicación y periodistas afamados que durante muchos años lo hicieron blanco de críticas, calumnias, mentiras y otros ardides para impedirle su llegada a la Presidencia de la República. 

Sabemos que dichos medios y sus periodistas e intelectuales estelares no son hermanas de la caridad y se consideran una élite de guías morales de la opinión pública nacional, pero pese a su pretenciosa actitud son personajes poco relevantes que fueron aumentados de estatura por el propio AMLO en su afán de mencionarlos de manera machacona cada vez que se le ocurría.

En esos excesos verbales se llevó a periodistas como Ricardo Rocha y Jorge Ramos, entre otros, que fueron exhibidos como corruptos sólo porque él consideró que lo eran y culpó de lo mismo a cualquiera que no pensara como él.

 

Democratitis

La propuesta de plebiscito a la mitad de un sexenio para que la sociedad decida si un presidente(a) debe seguir en funciones, fue una de las medidas más controvertidas de este gobierno.

En un país cansado del ruido electoral, harto casi, llamar a un plebiscito como el propuesto es una idea desafortunada. No sirve para nada. Si un mandatario(a) hace las cosas mal, tiene un poderoso aparato de propaganda para convencer a la mayoría de que todo va bien.

Un caso similar de democratitis es la elección popular de magistrados y jueces, la hoy aprobada reforma judicial que no asegura -de ninguna manera- la rectitud total de quienes imparten y administran la justicia. 

A favor de esta reforma sólo opera que en el actual sistema campea la corrupción, además jueces y magistrados siempre han sido designados con la anuencia del poder ejecutivo aunque en la práctica parezca lo contrario.

Un tema para la controversia inagotable pero que debe ser tratado sin ligerezas, con atención a los expertos en la materia.

 

Polarizados estábamos

Quienes acusan a López Obrador de haber polarizado a la sociedad mexicana, y con ella a la opinión pública, olvidan o ignoran que México desde su fundación como país ha sido una sociedad profundamente polarizada. En lo social, económico y político. 

Y muchos se escandalizan, ponen el grito en el cielo porque AMLO habla de chairos y fifís, de liberales y conservadores. Olvidan que en el lenguaje oficial antes sólo había políticos honorables y comunistas, y que a éstos no sólo se les perseguía, si era necesario también se les desaparecía.

AMLO no polarizó al país con eso de chairos y fifís, sólo provocó la controversia que alimentó el rencor de una oposición obtusa  .

 
 

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