Los ojos del poeta son un dibujo del mundo entero. Son las puertas que el alma desentraña vida. En sus órbitas la mirada abarca todo. Y desde ella se instala en el pecho y acontecer de dos personajes que exploran el viento a través de sus manos en libertad.
El poeta es Fernando Trejo, constante y puntual en la hechura de versos. Los personajes, dos muchachos que ejercen el oficio del pico, la pala y la cuchara, que gritan la transigencia desde una lata de espray que confecciona letras: Junk.
Junk es el título del poemario, brevísimo y amplísimo. El contenido que llena de ilusión esta mañana en la que mis manos dan vuelta, silenciosamente para que mis hijos no despierten, en cada una de sus páginas. Lentamente en el deseo de que la emoción permanezca el mayor tiempo posible.
Junk es la habilidad del poeta, el que ya sea por sensibilidad, por inteligencia emocional, por su capacidad de empatía, escribe desde el interior de dos muchachos que se aman: bendita sugerencia del juego del amor, bendito todo aquello que la poesía esconde para ponernos una inquietud en la cabeza y traerla ahí por el resto de vida que nos queda.
Por instantes el calosfrío, por momentos la risa, por siempre, la gratitud. Porque la poesía en su misión de trastocarnos cumple de manera perfecta el cometido. Hay un impacto, como un disparo de bala en el pecho de los mismos personajes de Junk. Una y otra frase, el descubrimiento de una y muchas razones para contener en el alma el deseo de seguir enclavado en la lectura. Pinchi Fernando, poeta consumado.
Junk, como dato técnico, necesario, es la obra con la cual Trejo ganó uno de tantos premios que ha ganado. Y es la libertad del escritor para sumergirse en la mente que es proyecto de dos albañiles que juegan y ejercen la irreverencia. No importa que al poeta le cercenen la vista hacia el horizonte que alguna vez tuvo desde la ventana de su casa.
Yo también como tú soy hombre, chamaco, inquieto, y esa inquietud se convierte en la línea de conducta para que los hijos del poeta, Isabela, Iñaki, irrumpan en la libertad de la creación, desde la pintura que se desparrama y propone un grito de vida en la pared más óptima y cercana a sus pasos.
Los albañiles prestan el oficio y el impulso, al poeta. Desde ellos Trejo regresa a ser él, quien desde un rojo intenso marca con el placer del rencor, con la vitalidad contenida en sus latidos, la firma como una seña obscena al mundo donde habita la gente bien.
Un disparo desde una lata para rubricar la existencia, la identidad lúdica que se defiende desde el poder que da la libertad, en la construcción de una barda como metáfora de las divisiones que nos imponen quién sabe quién y quién sabe por qué y para qué.
Junk es un poemario de tiro y vale, al grano, que desentraña la importancia de dos seres (que se aman) jugando a ser lo que un día alguien les dijo que habría que hacer para seguir siendo.
Un poemario este que encumbra el deseo de traerlo en la bolsa del pantalón, hasta siempre, para volver a esos versos, a esa prosa en el momento más oportuno, cuando ya las ideas nos perturben en búsqueda de triviales triunfos e intenciones de convertirnos en ejemplo a seguir.
Junk es un libro necesario, como para que no nos vuele la cabeza el importante aquel, la trascendental aquella, un libro que sabe a tierra y contiene entraña.