En Cd. Obregón hay una librería que también es un buen negocio, genera utilidades y diez empleos; su inventario incluye a los grandes autores de la literatura nacional y universal, clásicos y contemporáneos, además de las celebridades de la superación personal y escritores regionales.
Para todos tiene, para el lector cultivado y exigente o para aquél que busca una respuesta en el esoterismo. Para la señora que ama la buena poesía y para la que busca recetas de cocina.
El lema de esa librería podría ser como un título de Marshall Mcluhan: La cultura es nuestro negocio.
Decirlo así resulta difícil de creer porque estamos hablando de una librería de Cd. Obregón, y el sentido común no admite la posibilidad de una librería exitosa en esta ciudad. Es más sencillo guiarse por un prejuicio y repetir que aquí a nadie le interesa la lectura, que somos gente práctica y rústica, adoradores del dios Baco y de la basura que nos da a manos llenas la industria del espectáculo.
Y para corroborarlo se recurre a la frase de Vasconcelos: Donde comienza la carne asada, termina la cultura.
El plan de negocios
Contra estos prejuicios, pero en especial contra las evidencias que ofrecía la realidad, Susana Bours de Miranda decidió invertir en la creación de una librería similar a las que hay en grandes ciudades, con inventario suficiente para satisfacer la demanda de todo tipo de lectores y que además fuera un negocio rentable.
“Era un reto, todos me decían que era muy difícil hacer de una librería un buen negocio, aquí y en cualquier parte de México”, recuerda Susana.
Las advertencias que le expresaban sus amistades no la hicieron desistir y siguió adelante con su proyecto, entusiasmada con la idea de abrir una empresa cultural, pero no sin antes hacer un buen plan de negocios.
“Creo que eso fue importante, no iniciamos desde cero, no me dejé llevar por el mero entusiasmo. Antes de abrir la librería platiqué con gente que ya había tenido una y la habían cerrado. Yo quería saber por qué resultaba tan mal negocio tener una librería, además de la baja de lectores y otros factores culturales que ya conocemos”.
En su encuesta personal, dice, encontró algunas condiciones comunes en las librerías cerradas.
“Los entrevistados coincidían al señalar errores que habían cometido. El más frecuente era la falta de ahorro, <i>comerse</i> el producto de las ventas sin ahorrar las utilidades para enfrentar los momentos difíciles”.
En este punto, admite las ventajas que tuvo ella por su posición económica desahogada.
“Los dueños de las librerías tenían que vivir de su trabajo, habían hecho una inversión difícil y no podían esperar mucho tiempo para obtener ingresos, y con el ritmo lento que tienen las empresas nuevas, sobre todo en este caso, poco a poco se les agotaba el capital para reinvertir”.
Cualquier empresa debe reinvertir o ahorrar sus primeras utilidades una vez cubiertos los gastos corrientes y de nómina, comenta.
“Si no prevés esto, los problemas te pueden rebasar. Recuerdo el primer recibo de la luz que nos llegó, nos asustamos y eso que era el cobro de diciembre, cuando más frío hace. ¿Cómo vamos a pagar los recibos de verano?, pensamos.
“Así fueron los primeros cinco años, cuando la disciplina administrativa y el no depender de este trabajo me permitía cubrir los gastos y reinvertir las utilidades que se tenían. Eso fue definitivo para asegurar los años siguientes”.
Pero también estaba el antecedentes de una librería que alguna vez fue una empresa rentable.
“Estudié el caso de Librolandia, que fue un buen negocio durante muchos años hasta que debió cerrar. Hubo varios factores que obligaron al cierre, pero aquí la lección fue otra: Librolandia era una sociedad anónima y al parecer cada socio exigía más de lo que le correspondía, todos querían sus ganancias pero la pensaban mucho para reinvertir. La enseñanza era clara: Mi proyecto no necesitaba muchos socios, pero si no puedes prescindir de socios, tienes que advertirles que no deben ir adelante de la empresa, no pueden ser más prósperos que ella”.
Otro factor que obligó al cierre de librerías, agrega, fue atenerse a la venta de libros de texto.
Fue un error, señala, porque las escuelas realizaban esas ventas y cambiaban cada año de títulos; los libreros tenían que quedarse con lo que habían comprado, enfrentando pérdidas importantes y sin poder darle salida a los ejemplares.
En suma, dice, “eran muchos factores de riesgo pero yo tenía fe en el proyecto, era un ideal pero con los pies en la tierra, la librería debía ser un negocio rentable, que se sostuviera por sí misma para estar en capacidad de ofrecer su servicio a la comunidad”.
El concepto
En esta perspectiva de negocios encuadró bien la idea de diseñar la planta alta del inmueble como una cafetería y rentarla a un concesionario, lo que ayudaría de entrada a obtener un ingreso permanente.
Pero más allá del negocio, explica Susana Bours de Miranda, la cafetería era parte del concepto que teníamos en mente, instalar una cafetería donde además de conocer las novedades editoriales pudieras pasarte un buen momento con los amigos, compartir en una terraza al aire libre.
Este concepto no sólo atrajo a un concesionario sino además a mucha gente que venía a tomar el café con sus amistades y ya estando aquí se quedaban un rato pasear la vista por los estantes de la librería. Personas que habían ido al lugar para compartir una mesa, terminaban comprando un libro o les despertaba el interés alguno y después volvían por él.
Así ha sido hasta hoy, es una buena combinación, sonríe Susana.
El concepto más importante, el editorial, era sencillo: Tener una oferta variada capaz de satisfacer a toda clase de lectores, explica. “Esto fue básico para posicionar a la nueva librería”.
En un ambiente cómodo, el cliente podía recorrer e imaginar el universo que encierran los libros de literatura, los de negocios y de consejos de salud, revistas y recetarios, finas ediciones y catálogos de artistas plásticos, biografías de celebridades y la última comedia de la política nacional.
La consigna es satisfacer al cliente. Si el libro que busca no está en el inventario, se toman los datos y se pide a la casa editorial. En pocos días el cliente lo tiene en sus manos.
Los más vendidos
Hace nueve años que empezó esta aventura empresarial y el éxito está a la vista, comenta la entrevistada.
“Puedo decir con satisfacción que desde hace varios años la librería se sostiene de la venta de libros. Es un negocio rentable, como lo muestran los datos recientes:
“En el 2008 vendimos 32 mil 243 libros, un promedio de 2 mil 770 mensuales, es decir, 92 diarios.
“Al inicio de este 2009 con todo y las dificultades económicas del país vendimos 3 mil 384 en enero, un promedio de 112 diarios”.
¿De dónde salen tantos compradores si nos habían dicho que aquí a nadie le interesan los libros?
“Eso no es cierto”, aclara Susana. “Aquí y en ciudades vecinas, de donde vienen algunos clientes, sí hay un buen número de lectores interesados en las novedades editoriales o en la lectura de obras clásicas”.
“Es un error pensar que sólo a uno y a dos o tres amigos nos interesa la lectura”, añade y menciona experiencias inimaginables, al menos en nuestro medio.
“Hay libros que se venden como pan. Cuando apareció Harry Potter, tuvimos aquí a muchos jovencitos exigiendo su libro. En pocos días se agotaban todos los volúmenes y cuando llegaban los nuevos, los chamacos se echaban sobre las cajas tratando de asegurar cada quien su ejemplar”.
Una situación similar ocurre con los libros de Stephanie Meyer (<i>Crepúsculo, Amanecer, La huésped, Eclipse y Luna Nueva</i>), los cinco están desde hace varias semanas entre los 10 más vendidos, comenta la propietaria de Libros y Más.
Pero también se venden bien los autores nacionales de moda, agrega, en especial los que exhiben a personajes y escándalos de la política mexicana.
Los autores tradicionales de la literatura tienen un público cautivo que busca las novedades de sus autores preferidos o las obras que aún no ha leído.
Y la buena noticia: hay varios autores regionales que venden muy bien sus libros, como Ignacio Almada Bay y su <i>Breve Historia de Sonora</i>, y la genealogía de la familia Pablos. En general los libros de historia y cultura regionales tienen buena demanda. Otro caso interesante es el de la señora Norma Gallegos cuyo libro de recetas tuvo una gran demanda.
Un problema de los autores regionales, dice, es que no se registran ante el fisco y esperan que la librería asuma esta deficiencia, lo cual es muy difícil.
“Yo les recomiendo a quienes deseen vender un libro propio que lo hagan como profesionales, que se registren ante el fisco y así aprovechan las exenciones que hay para esta actividad”.
Como otras actividades comerciales, las ventas aquí se elevan de forma notoria en diciembre.
“Ya es una costumbre para cientos de personas en esta ciudad regalar libros en Navidad o aprovechar el aguinaldo para adquirir un libro que se desea tener en casa”.
Servicio y satisfacción
A nueve años de haber fundado Libros y Más, Susana Bours de Miranda reconoce el apoyo de sus empleados para alcanzar el éxito en esta actividad.
En lo personal se enorgullece de dos logros:
“Me atreví a hacerlo cuando los pronósticos eran adversos, me demostré a mí misma que puedo hacerlo”.
“Al principio no sabía si iba a poder con el paquete, tenía cierto temor de fracasar, pero también tenía una fe calculada, consistente en creer que se pueden hacer las cosas si antes haces un buen estudio, si no improvisas ni te dejas llevar sólo por tu buena intención”.
El segundo logro es social, compartido con su equipo:
“Ha sido una experiencia muy agradable darme cuenta de que no son pocos en nuestra ciudad quienes se interesan por la lectura y la cultura en general… Saben que leer es divertido, que es una opción para pasarla bien, pero no necesitas
Libros y Más puede servir de modelo para otros proyectos similares en otras ciudades.
Su éxito como negocio motiva otras opciones, como la apertura de franquicias en otras ciudades.
Pero también parecen crecer los riesgos en el horizonte: la recesión económica, el incremento del libro electrónico, que en algunos países va ganando terreno.
“Sí, son muchos riesgos, como el libro electrónico, pero creo que va a pasar lo mismo que con el cine y los videos… Pasa el tiempo y el cine sobrevive como espectáculo, aunque el video siga multiplicándose. La experiencia de asistir a una sala de cine es insustituible, y pasa lo mismo con la experiencia de leer un buen libro”.
De la recesión económica ya ni hablamos, tal vez porque es la condición natural de los mexicanos en los últimos 20 años.