Quemar la gavilla del trigo no solamente empobrece al suelo sino los bolsillos de los productores que año con año ven rendir menos sus cultivos.
Durante el Foro Regional sobre la Quema de Esquilmos, investigadores, productores y autoridades de Ecología coincidieron en la necesidad de regular o detener esta práctica.
Convocado por el Instituto Nacional de Investigaciones Forestales, Agrícolas y Pecuarias (Inifap), el encuentro contó con la participación de personal del Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (Cimmyt) y universitarios.
Andrés Moncada Aguilar, de la Universidad Autónoma de Baja California, declaró que por cada hectárea de trigo quemada se generan 233 kilos de monóxido de carbono, una inmensidad si se toma en cuenta que en el sur de Sonora se sembraron unas 172 mil hectáreas con trigo.
El investigador de Inifap Juan Manuel Cortés Jiménez dijo que durante ocho años de estudio a este problema se ha detectado el empobrecimiento de los suelos regionales, al grado que han perdido al menos el 50% de su materia orgánica.
Se ha estudiado que con métodos de labranza consistente en tres rastreos y un surcado, el rendimiento del trigo se establece en 6.670 toneladas por hectárea, sostuvo.
Pero si se quema la paja el rendimiento baja a 6.560 toneladas por hectárea, manifestó, debido a la pobreza del suelo porque se mata la materia orgánica que nutre a las plantas.
Recomendó no quemar la gavilla, sino incorporarla al suelo mediante rastreo, revestimiento de surcos y la adopción de prácticas conservacionistas.
Una investigación del Cimmyt tanto en Sonora como en el Campo Experimental del altiplano reveló que hay más vida en los suelos al no quemar los residuos y para enfrentar malezas o enfermedades es mejor la rotación de cultivos.
Ramón Romero Sotomayor presentó la legislación actual sobre la quema de esquilmos y lo que la Dirección Municipal de Ecología hace para evitar esta práctica.
Dan estímulos por no quemar
Hasta 500 dólares por tonelada reciben los productores del Valle Imperial, en California, por no quemar los esquilmos de sus cultivos, declaró Andrés Moncada Aguilar.
El investigador de la Universidad Autónoma de Baja California destacó ayer que se busca reducir al máximo la presencia de los PM10 en el ambiente, por lo cual se estimula a los productores para evitar las incineraciones.
Se les llama PM10 a las pequeñas partículas sólidas o líquidas de polvo, cenizas, hollín, partículas metálicas, cemento o polen dispersas en la atmósfera y cuyo diámetro varía entre 2.5 y 10 micrómetros.
En el Valle de Mexicali por incorporar los esquilmos a la tierra se les paga a los agricultores hasta 400 pesos por hectárea, destacó, y en el Imperial para no emitir bióxido de carbono a la atmósfera se recompensa con hasta 400 dólares por tonelada.