Así comenzó Adolfo Hitler. Arribó al cargo de canciller de Alemania por el camino de la violencia, y mediante la violencia quiso dominar al mundo. Igual que ahora el presidente gringo. Aquel dictador, como el de ahora, gozó anormalmente con la discriminación de los judíos a quienes asesinó por millones en los campos de concentración; éste expulsa a los latinoamericanos y atenta contra la economía de las naciones vecinas para matar de hambre también a millones.

La presidenta Claudia Sheinbaum es una mujer valiente. Calificó de difamatorio y mentiroso el boletín de la Casa Blanca y de haber roto, el presidente gringo, el trato comercial que había firmado. El domingo próximo anunciará desde la Plaza de la República, las medidas “arancelarias y no arancelarias” con que responderá al Hitler de pacotilla.

Merece que estemos a su lado de cerca o de lejos, aunque lo único que podemos aportar por ahora sólo sea nuestra irritación, reforzada con una que otra palabrota que bien conocemos los sonorenses.

OTRO CHISTE PRIISTA

Ya he comentado en esta columna que la activa campaña de la presidenta estatal del PRI (el objetivo de la campaña lo ignoro) consiste en elaborar una o dos frases a la semana, que envía a los supuestos miembros del partido en forma de buenos deseos o de exhortaciones.

Al comenzar esta semana su frase consistió en una terminante condena a los que llaman chapulines, o sea aquellos que cambian de partido sólo buscando su interés personal. Pero ¿no procuran, hombres y mujeres que participan en política, con cada uno de sus actos, mejorar su carrera? Se debe reconocer que algunos políticos, pocos pero los hay, tratan de trabajar por la comunidad pero sin perder de vista su propio interés, lo cual es humano.

Esto de cambiar de partido ha sido comentado hasta el exceso. Cómo se me hace que la dirigente priista lo trae a cuento para evitar que se le vayan los muy contados que quedan en su partido.

carlosomoncada@gmail.com