Como cada Día Internacional de la Mujer, las féminas se sirvieron con la cuchara grande en cuestión de autoelogios y elogios de terceros, páginas enteras de historias y parabienes en los periódicos, fotos con el gobernador y presidentes municipales, y encendidas quejas contra el acoso (como si ellas no acosaran también a los varones que no se dejan conquistar), o menor pago de salarios respecto de los que reciben los hombres2 y mil y un motivos más.
Además, repiten inconformidades ya viejas, como: “me hacen esto porque soy mujer”, lo que debe ser cierto a veces, pero no siempre; o: “deben pagarnos por el trabajo de ama de casa”, aunque muchos hombres trabajan en casa en labores de limpieza, cuidado de niños, etcétera, sin percibir sueldo.
Tienen razón en casi todo, y hay campos en los que no les ha ido mal, por ejemplo, en la política. A nadie sorprende ya que arriben a presidentas municipales y regidoras y diputadas locales en las entidades federativas, y que sumen importante número las que han sido y son gobernadoras.
En el campo en el que no han logrado superar a los hombres es el del Arte. Al menos parecen igualarlo en el teatro (en la actuación, no en la dramaturgia) y en la danza pero permanecen detrás del varón en música y artes plásticas, se entiende que con ciertas excepciones. Tampoco han logrado sobresalir en Filosofía.
Resulta curioso que no tengan conciencia de su grandeza y superioridad sobre el hombre gracias a una característica que a éste le niega la naturaleza: la maternidad. La mujer posee el don maravilloso de llevar en su vientre al pequeño ser humano que alimenta con su propio cuerpo y de cuya salud física y mental, la formación de su carácter, la enseñanza de valores, será responsable al menos en sus diez primeros años de vida.
Sin renunciar a las pequeñas peleas con el hombre, pero fundamentalmente entregadas a la misión de formar hijos sanos y fuertes de físico, mente y espíritu, las convertiría en salvadoras del mundo. Pero no lo saben. Lástima.
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